Ese
par de ex guerrilleros, Guillermo Soto Rojas y
Alí Rodríguez Araque, que viven del presupuesto y cuyos gastos en viajes
no están sujetos al cupo de Cadivi, han invitado a los jóvenes seguidores del socialismo del siglo XXI, a
que en defensa del gobierno ante un posible revés electoral se lancen a una
aventura igual a la que ellos protagonizaron hace medio siglo, inspirados por
el triunfo de la revolución cubana y un Fidel Castro de 34 años de edad, con el
propósito de implantar ese modelo de felicidad en Venezuela.
El
singular llamado es patético. Los invitan a alzarse en armas no para deponer un
gobierno opresor, sino para sostener el gobierno que ellos personifican. Los
invitan a seguir ahora a los octogenarios hermanos Castro que reconocen 53 años
después el fracaso del sistema y comienzan a desmantelarlo, pero sin abandonar
el poder. Los invitan a que los sostengan en el poder para que ellos y su
comandante puedan también como los Castro ejercer el poder en la decrepitud.
Los invitan a pesar de que su comandante proclama que la Fuerza Armada está a
su servicio y al de su partido; y obtiene de los más encumbrados voceros de
ella repetidas declaraciones de sumisión.
¿Entonces
a quién o a quienes enfrentarán armados esos jóvenes?
La respuesta parece evidente, enfrentarán a
los inermes electores, contra los cuales les proponen reproducir la práctica del asesinato que con
premeditación, alevosía y nocturnidad ejecutaron frente a inocentes policías.
Después
de tomar ventaja de la política de pacificación que les abrió la posibilidad de
integrarse y progresar, de participar políticamente y vencer o fracasar, le
piden a la juventud que asuma el papel de los sicarios porque ya perdieron
hasta el valor moral del asesino. Maten por mí, les gritan, protejan mi cambur,
que depende de mantener a su comandante en el poder, como en el matrimonio,
hasta que la muerte los separe.
Si
Castro, después de denunciar que la Cuba de Batista era el burdel de los
Estados Unidos, para sobrevivir en el poder envileció a la cubana que hoy hace de jinetera; estos mequetrefes
quieren envilecer a la juventud para que le sirva de escudo protector de sus
miserias, todas morales ninguna material.
Ese
acto segundo de la obra de teatro, cuyo acto primero fue la declaración de Adán
Chávez, invitando a lo mismo, es la manifestación más clara de cobardía, por eso
digo “que miedo”.
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