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28/9/11

El Desacato por Oswaldo Páez-Pumar


      Venezuela es parte en el Tratado que dio origen a la creación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Como consecuencia de la suscripción del Tratado dicha Corte quedó integrada al sistema de justicia de la República y las decisiones que de ella emanan causan ejecutoria.
          Las decisiones de la CIDH no se originan en un sistema judicial distinto y ajeno a Venezuela; y por lo tanto, no requieren para su eficacia el procedimiento de pase o validación (exequátur), que se aplica a las sentencias de los tribunales de los otros países.
          Eso lo saben los magistrados del TSJ, la fiscal, la defensora del pueblo y el procurador. Miento que ojalá lo supieran, como lo sabe cualquier alumno aprovechado de nuestras facultades de derecho que haya obtenido una calificación satisfactoria en Derecho Constitucional e Internacional Público y haya leído el artículo 22 de la Constitución, sobre el alcance de los derechos humanos que se extiende más allá de los que consagra la Constitución y los tratados internacionales; y el 23, que a esos tratados internacionales le da jerarquía constitucional.
          No existe por lo tanto nada que tenga que decidir el TSJ. La pretendida revisión de la sentencia invocando la soberanía no es sino una pantomima, que degrada la soberanía a la condición de capricho del jefe del poder ejecutivo; del mismo modo como la mayor parte de los magistrados que la integran, degradan su dignidad de ciudadanos libres a la de vasallos del caprichoso.
La contralora encargada si tiene algo que hacer para ejecutar la sentencia, dictar una resolución que deje sin efecto la que en su momento dictó el contralor rufián; y no porque ésta no haya quedado invalidada, sino como cuestión formal. Este no es un acto discrecional, si no lo dicta es punible por desacato a la sentencia firme, como lo es  cualquier ciudadano o autoridad que no acate y se rebele contra la decisión firme de un tribunal.
Llegado el caso también al CNE le corresponderá inscribir la candidatura pasando por encima de la decisión del contralor, si para ese momento no se hubiera producido la resolución revocatoria por parte de la encargada. Es así como funciona la autonomía de los poderes y no consultando si es o no del agrado del jefe del poder ejecutivo.
Pero no funcionará así, los diputados también están unidos a la comparsa contra la CIDH y gritan soberanía pero no llaman a interpelación al canciller Maduro, quizá porque aún sigue verde, para que informe y responda sobre lo que ocurre con Guyana.
El procurador se proclama así mismo como abogado de la revolución no de la República, porque quiere poner de manifiesto, como si ya no fuera algo sabido, que él llegó a ese puesto para servir a la revolución, al igual que el comandante de la armada, cuyas fragatas brillan por su ausencia en las áreas marinas donde Guyana amenaza cuestionar nuestra posesión.
Caracas, 23 de septiembre de 2011   

Un poco tarde por Oswaldo Páez-Pumar

           Llegó el nuevo comandante de la armada a servir a la revolución, 12 años y 7 meses después que, en virtud de unas elecciones libres y sin disparar un tiro su comandante tomó posesión de la presidencia. Algo así como que el Almirante Padilla hubiera librado la Batalla del Lago después del reconocimiento de la Independencia por España.
          Llegó al “puesto” tanto tiempo esperado, desde los días de cadete, brigadier y guardia marina librando batallas que debieron ser terribles pues logró desplazar nada menos que a 52 que estaban por delante. Claro que no fue a tiros como suele ocurrir en las revoluciones, sino a “jaladas” como también suele ocurrir en las roboluciones que cultivan el culto a la persona.
          Su comandante lo necesita. Siente que esa cosa inasible que es el poder se comporta como el fuego fatuo y se le escapa de las manos. Allí está el almirante “rodilla en tierra o quizá en agua por ser de la marina” para defenderlo, si es preciso a tiros, para hacer resucitar el anatema formulado hace años y enterrado por quienes enfrentaron y derrotaron la invasión cubana en los años 60 “genios inéditos del arte militar que jamás han disparado un tiro sino a mansalva y sobre seguros contra su propio pueblo inerme”.
          Está preparado para asumir la guerra de guerrillas desde la seguridad del poder. Su vocación revolucionaria no lo llevó a la montaña para combatir al gobierno cuando era grumete y el odiado “régimen capitalista esclavista que no volverá”, le ofrecía una carrera profesional, ni tampoco a la llegada de la fuerza invasora cubana, cuando quizá era capitán de corbeta o de fragata, porque el nuevo gobierno socialista le ofrecía una carrera mejor, que corona la comandancia de la armada y el rango de almirante que, ahora sí, son el impulso que necesitaba y no tuvo joven; y que tampoco lo llevará ni a las montañas ni a los mares del imperio; pero si,  a librar su guerrita de palabras, como lo mostró al tomar posesión del cargo. No en vano es seguidor del mayor hablador de nuestra historia.
           Caracas, 21 de septiembre de 2011

Deja su estela por Oswaldo Páez-Pumar


 La magistrada Morales, en olímpica jalada, se anticipa a la sentencia de la Corte Interamericana que se anuncia como restauradora del derecho a ser elegido de Leopoldo López. Con esa declaración se muestra mejor guardián  de la inhabilitación que el propio contralor rufián.
El recurso esgrimido es por supuesto el patriotero. El último refugio de la canalla. La magistrada se arropa en la bandera y proclama la defensa de la Constitución y la soberanía de Venezuela, cuando en realidad lo único que defiende es su ‘puesto’, que depende de la complacencia que sus acciones y decisiones le produzcan al mandamás, que atropella a diario la Constitución e invoca la soberanía como justificativo de sus desplantes y atropellos, pero abdica de ella subyugándose a lo que ordena Castro.
La inhabilitación política, que es una pena accesoria a la privación de libertad como consecuencia de la comisión de un delito, establecido por sentencia definitivamente firme, es entre nosotros una medida cautelar, administrativa, dictada por el contralor, para prevenir la presencia de un adversario del mandamás en la competencia electoral.
El resguardo de la Constitución y la soberanía que invoca la magistrada es la del mandamás que impera sobre ella. Porque para el TSJ no es su función revisar la legalidad de los actos del contralor que soportan al mandamás, sino invocar la Constitución para resguardo del régimen personalista supra-constitucional imperante, que es la negación del estado de derecho y de la Constitución.
Lo mismo ocurre con el representante de la República ante la Corte, el abogado Saltrón, para él los actos de inhabilitación del contralor, el control complaciente de su ilegalidad por parte de los tribunales constituyen actos patrióticos; y su cuestionamiento en la Corte Interamericana por parte de los afectados, delitos de lesa patria.
Ya la magistrada ha expresado opinión sobre el fondo, pero por supuesto no se inhibirá cuando llegue el momento de conocer de la decisión de la Corte Interamericana, como no se inhibió en el asunto del diario “VI Poder” sino que entró a  sentenciar en causa propia, es decir, se hizo juez y parte. Por eso deja su estela en el mundo jurídico.
Caracas, 14 de septiembre de 2011

6/9/11

Las revoluciones terribles por JULIO DÁVILA CÁRDENAS

Casi se puede afirmar que no existe familia en el país que haya salido indemne de la inseguridad reinante
JULIO DÁVILA CÁRDENAS |  EL UNIVERSAL
martes 6 de septiembre de 2011  12:00 AM
Montesquieu, en Mis pensamientos, afirma que "La sola ventaja de un pueblo libre es la seguridad que tiene cada quien de que el capricho de uno solo no le quitará los bienes ni la vida". Lamentablemente, de acuerdo a esa afirmación, los venezolanos no podemos ser considerados un pueblo libre, no sólo porque carecemos de la confianza de que no se nos arrebatará la vida ni los bienes, sino porque ni siquiera contamos con la posibilidad de la seguridad. Por el contrario, casi se puede afirmar que no existe familia en el país que haya salido indemne de la inseguridad reinante. Vivimos en un constante desasosiego, producto de lo que se pudiera considerar una estrategia para sembrar el temor o el terror entre los ciudadanos. Maniobra que se palpa al comprobar que poco o nada se hace para disminuir esa inseguridad.

El comunismo y el fascismo son las dos grandes tendencias antidemocráticas que vivieron sus momentos cumbres en el siglo XX. Ambas se complementan y se hacen préstamos ideológicos. Sus gobernantes demostraron una clara vocación al despotismo y a la tiranía y lo continúan haciendo. La siembra del miedo constituye uno de sus baluartes, que se mantiene hasta que el pueblo se indigna. Es enton- ces cuando ese temor se revierte hacia los gobernantes y éstos comienzan a huir en desbandada. Claro ejemplo de ello sucede actualmente en Libia, ocurrió en la Europa Oriental, en Irak, en Egipto y está a las puertas de Siria y de algún otro país.

Recientemente ha salido a la luz una tercera edición del libro de Ángel Bernardo Viso, Las revoluciones terribles, obra que Simón Alberto Consalvi considera como uno de los grandes libros escritos en Venezuela. En el se hace un análisis de lo que han sido las revoluciones moderadas, como la de los colonos norteamericanos que condujo a la creación de Estados Unidos de América y sus diferencias con las terribles, como la francesa y la hispanoamericana, en las que las ideas se transforman en violencia y "junto con la manipulación ideológica, el estamento dominante recurre al Terror... tanto en su sentido propio como en la radicalización inmediata de la perpetua guerra, que únicamente puede terminar con el triunfo o la derrota de la revolución a escala continental". Pero además, Viso fue premonitorio en el 2000 cuando se publicó la segunda edición, allí afirmó, refiriéndose a Chávez, que "a partir de entonces, 1999, no ha hecho algo diferente a lo acostumbrado por los dictadores de todas las épocas, pelajes y colores: socavar el orden jurídico y vulnerar el Estado de Derecho para eternizarse en el poder, en nombre de la 'soberanía' popular". 

julio.davilacardenas@gmail.com