El calificativo va dirigido al juez
Robinson Vásquez, pero junto a él se le aplica a una cadena de jueces
involucrados en el caso de la juez Afiuni. Sin embargo, hay que recalcar que la
situación de la juez no se origina en lo apocado e inútiles que se han mostrado
los que han figurado como rectores de este tortuoso proceso. El origen y la
responsabilidad por el atropello a los derechos humanos de la juez y a la
Constitución y leyes de la República
radican en quien ejerce la primera magistratura, HRCHF.
Por eso, el patético llanto del
responsable, parafraseando la última proclama del Libertador, antes de partir a
Cuba para otra intervención quirúrgica solicitando del pueblo que llore y sufra
con él por el mal que lo aqueja; y el remedo de los corifeos que se desgarran
las vestiduras ante quienes no participan del llanto funerario acusándolos de
“inhumanidad”, resulta no solamente risible, sino también despreciable.
En estos veinte años el pueblo ha visto
como ese responsable es capaz de injuriar cuando se siente fuerte y de implorar
cuando se siente débil; y al contrario, de vejar a quien percibe débil y de
humillarse ante quien estima fuerte. La antípoda de la justicia del Mariscal
Sucre a los vencidos en Ayacucho, que la proclamó igual antes que después de la
victoria.
Es esa la justicia que está siendo
administrada por los mandrias, un remedo del deseo de saciar con agresiones el
enorme vacío que el complejo de inferioridad, trocado en creencia de
superioridad, produce en el responsable; que quiere que bajo privación absoluta
de libertad se lleve el proceso ordenado por él contra la juez Afiuni, porque
ella a su vez osó concederla de acuerdo con la ley, no absolución de los
cargos, sino juicio en libertad, al banquero Cedeño, quien también fue sujeto
de una acusación presidencial.
Por eso suenan proditorios los lamentos sobre
la enfermedad del responsable frente a la saña mostrada por él y sus acólitos
ante la enfermedad ajena.
Los jueces actuantes pertenecen a esa
categoría de los “tibios” a quienes Dante reservara un lugar especial en el
infierno y quizá ni lo merezcan. Vistos con ojos de caridad habrá quien diga
que en su misericordia infinita Dios les está dando el pan de cada día que su
condición de inútiles, a pesar del título de abogados, les impide obtener por
si mismos.
Caracas, 15 de marzo de 2012
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