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28/10/11

Caballito frenado por Marisela Hernández


He tenido una visión
o tal vez una ilusión
que el caballito frenado,
está a punto de correr
!vuelve cara otra vez,!
pega carrera y después
volverá a ser el caballo
indómito de nuestro escudo
y no un caballo chulito
en un pasto barinés.

El rojo de mi bandera
que quería abarcarlo todo
se ha vuelto a poner abajo
ocupando su lugar.

Con la sangre de Bolívar
Leopoldo, recio varón
entrado está en la contienda,
del brazo solera rama
¡la Venezuela Heróica clama!
María se llama ella,
acompañada de Pablo,
¡luchando como Urdaneta!
van al toque de trompeta
y a todo galope Henrique
se coloca a la cabeza
como en Miranda pasó.

Todos unidos con lazos
que la democracia enseñó
abrazarán las primarias
que el bravo pueblo aceptó.


El Fuerte Paramacay y la bandera “realista” por Luis Betancourt


Entrada la noche descubrimos en casa que llegaba a su fin el show del Miss Venezuela, y mi mujer lo trajo por la TV a casa para ver su final. A pesar de la belleza y gracia de las participantes, a las que desgraciadamente sólo pude apreciar totalmente vestidas, sentí un desagrado que no podía entender y así lo manifesté sin otro testigo que mi fiel “Monsieur”, un joven perro que entiende más que muchos vecinos lo que nos está pasando. De inmediato se me reclamó que sólo pensaba en política y que la vida sigue, que nuestros vecinos y amigos no estaban permanentemente pensando en la tragedia que consume a nuestro país y que muchos de nuestros allegados hasta estaban haciendo buenos negocios con bancos y gobierno, mirando para un lado contrario al que ocupa nuestro obsesionante perspectiva de un totalitarismo que nos avasalla día a día, sin pausa ni descanso. Que hay un proyecto en desarrollo para quitarnos del país sin derecho a rechistar como si fuéramos unos apátridas, unos armenios, kurdos o etíopes de nuevo cuño.

Mientras aquí celebramos un concurso para una Miss Venezuela, en Cuba hace muchos años que no se celebra. Allá están o estaban en otra cosa. Esa pendejada no les interesaba porque estaban fraguando la nueva cubana: “La Jinetera”. Esa mujer, bella o fea, con educación o sin ella, pero a la que se le había encomendado la misión de reducir el orgullo femenino, primero, familiar, después, y nacional, por último, a la función de demostrar que la sobrevivencia sólo es posible si se llega a la sumisión más abyecta que se le puede exigir a un ciudadano. Después inventaron los “Jineteros” y las turistas rusas, rumanas, búlgaras, húngaras, que podían darse el lujo, fueron a experimentar el goce de las españolas que la cabronería franquista de Fraga les proporcionó. Igualdad de sexos en la putería, un logro adicional de los barbudos castristas; Sartre y Beauvoir satisfechos del experimento creole como extensión a su amoralidad ¡Bravo!

La verdadera cubana de hoy quedó encarnada en esa Dama de Blanco, Laura Pollán, que rindió al fin su vida aquejada por dolencias muy controlables en la medicina moderna, diabetes e hipertensión, cuando ésta está a disposición de todos los ciudadanos y no sólo de jerarcas privilegiados, con acceso a medicinas y cuidados exclusivos como el asesino de Fidel, que vegeta con su ano abdominal y su cerebro anulado por el cáncer y los calmantes, a la espera de ganar la partida de una sobrevivencia asquerosa a su presa más productiva y recién adquirida en el Caribe: Hugo Rafael Chávez Frías. A Laura Pollán la seguirán otras mujeres cubanas, como hasta ahora, pero por lo pronto no habrá Miss Castrismo ¡Qué bueno para Cuba!

Y todo esto me lleva a considerar con ustedes el hecho acontecido hace unos días, y por tres de ellos, de una bandera extranjera enseñoreada sobre nuestra tierra por obra de unos militares venezolanos muy cabrones, si cabe ser muy cuando siendo militar se es cabrón. Me refiero a los que pusieron a unos soldaditos en la faena de enarbolar la bandera del invasor cubano en el Fuerte Paramacay de Nagunagua. Se hizo más con descaro que con intención, más con sumisión y espíritu de entrega que de reto, más de renuncia al compromiso con la patria que por prostitución ideológica. Durante la Guerra Civil española muchos rojos se sentían

Chávez teme una derrota por democracia y desarrollo


Chávez antes de viajar a La Habana para “exámenes rigurosos”, ha dedicado buena parte de su tiempo a la campaña electoral que realiza en los medios de comunicación oficiales, desde el palacio de Miraflores. La oposición pidió al Consejo Nacional Electoral (CNE) un pronunciamiento sobre la ilicitud de efectuar propaganda por las radios y televisoras del estado, desde el despacho presidencial. Una vocera del CNE declaró que el presidente no hacía propaganda electoral sino que cumplía el deber de informar sobre actividades gubernamentales. En VTV se trasmiten las reuniones, mañana, tarde y noche, que Chávez realiza en la promoción del “Gran Polo Patriótico”(GPP), aparentemente el movimiento político que postulará a Chávez para su reelección. Explicó que su idea es convertir al PSUV en “una poderosa maquinaria que no sea solo electoral sino social”. Los analistas hacen diversas interpretaciones sobre el GPP. ¿Desaparece el PSUV? Parece más bien que Chávez quiere convertirlo en uno más de los “movimientos sociales, populares, culturales” que forman parte del GPP, “con la tarea de garantizar la victoria el 7 de octubre del 2012”. ¿Es que el PSUV no garantiza la victoria? Chávez le pide a su partido, el partido único de la revolución, que “trabaje lo social hasta convertirse en un gran movimiento de masas”. Le pide evitar los “vicios burgueses y no sucumbir ante la corrupción”. Agrega que “toda sociedad nueva nace contaminada de la vieja, nosotros mismos estamos contaminados de los valores del capitalismo”. ¿Es qué le empieza a preocupar que el régimen aparezca ante la opinión pública nacional e internacional, como una banda, dedicada sistemáticamente a saquear el tesoro público? En los medios de comunicación se especula y atribuye significación al reclamo de Chávez. “La militancia en el GPP no es para buscar prebendas, conseguir un “cambur” (cargo en la administración), o ver donde me acomodo”.

Los analistas dicen que el discurso en la promoción del GPP revela preocupación por los resultados electorales, pues insiste, con sospechoso empeño, en el llamado a sus partidarios para evitar el triunfo de la oposición. Le preocupan las encuestas. Según la más reciente, oficialista, 50% estima que no debe ser reelegido. “Las encuestas deben analizarse con cuidado” y “no debemos caer en el triunfalismo, es peligroso”. Los enemigos tienen el apoyo del imperialismo y de la burguesía criolla, afirmó. “Disponen de inmensos recursos económicos”. Llamó al chavismo a una campaña “de actividad frenética, de agitación, de todos los días, pues tenemos que derrumbar los restos de la cuarta república y consolidar la hegemonía del socialismo bolivariano”.

Los asesores de imagen de Chávez le han recomendado utilizar su enfermedad como medio para despertar lástima, ya que con ello suponen que lograrán inspirar compasión. Para esto han creado todo tipo de mecanismos, especialmente mensajes subliminales que logren el efecto. Hacen uso de muñecos que simulan su figura y a quienes ridiculizan, e incluyen discursos de Chávez y afiches. Esto puede convertirse en un boomerang, ya que los expertos afirman que la mayoría de los venezolanos no votarían por un enfermo para Presidente.


El Proceso Jurídico de "La Revolución"


Ve esto y veras por que no entraron democraticamente.


Country for Old Men por Yoani Sanchez


A dissident reports from the ruins of the daddy state, where Papá Fidel is now just the patient-in-chief.

At the end of his July 31, 2006, broadcast, the visibly nervous anchor on Cuban Television News announced that there would be a proclamation from Fidel Castro. This was hardly uncommon, and many Cubans no doubt turned off their TVs in anticipation of yet another diatribe from the comandante en jefe accusing the United States of committing some fresh evil against the island. But those of us who stayed tuned that evening saw, instead, a red-faced Carlos Valenciaga, Fidel's personal secretary, appear before the cameras and read, voice trembling, from a document as remarkable as it was brief. In a few short sentences, the invincible guerrilla of old confessed that he was very ill and doled out government responsibilities to his nearest associates. Most notably, his brother Raúl was charged with assuming Fidel's duties as first secretary of the Communist Party's Central Committee, commander in chief of the Revolutionary Armed Forces, and president of the Council of State. The dynastic succession had begun.


It w
as a miracle that the old telephone exchanges, with their 1930s-vintage equipment, didn't collapse that night as callers rushed to share the news, in a code that was secret to no one: "He kicked the bucket." "El Caballo" -- the Horse -- "is gone." "The One is terminal." I picked up the receiver and called my mother, who was born in 1957, on the eve of Castro's revolution; neither of us had known any other president. "He's not here anymore, Mom," I said, almost whispering. "He's not here anymore." On the other end of the line she began to cry.

It was the little things that changed at first. Rum sales increased. The streets of central Havana were oddly empty. In the absence of the prolific orator who was fond of cutting into TV shows to address his public, homemakers were surprised to see their Brazilian soap operas air at their scheduled times. Public events began to dwindle, among them the so-called "anti-imperialism" rallies held regularly throughout the country to rail against the northern enemy. But the fundamental change happened within people, within the three generations of Cubans who had known only a single prime minister, a single first secretary of the Communist Party, a single commander in chief. With the sudden prospect of abandonment by the papá estado -- "daddy state" -- that Fidel had built, Cubans faced a kind of orphanhood, though one that brought more hope than pain.

Five years later, we have entered a new phase in our relationship with our government, one that is less personal but still deeply worshipful of a man some people now call the "patient in chief." Fidel lives on, and Raúl -- whose power, as everyone knows, comes from his genes rather than his political gifts -- has ruled since his ultimate accession in February 2008 without even the formality of the ballot box, prompting a dark joke often told in the streets of Havana: This is not a bloody dictatorship, but a dictatorship by blood. Pepito, the mischievous boy who stars in our popular jokes, calls Raúl "Castro Version 1.5" because he is no longer No. 2, but still isn't allowed to be the One. When the comandante -- now barely a shadow of his former self -- appeared at the final session of the Communist Party's sixth congress this April, he grabbed his brother's arm and raised it, to a standing ovation. The gesture was intended to consecrate the transfer of power, but to many of us the two old men seemed to be joining hands in search of mutual support, not in celebration of victory.

Raúl's much-discussed reforms followed the supposed handover of power, but in reality, they have been less steps forward than attempts to redress the legal absurdities of the past. One of these was the lifting of the tourist apartheid that prevented Cubans from enjoying their own country's hotel facilities. For years, to connect to the Internet, I had to disguise myself as a foreigner and mumble a few brief sentences in English or German to buy a web-access card in the lobby of some hotel. The sale of computers was finally authorized in March 2008, though by that time many younger Cubans had assembled their own computers with pieces bought on the black market. The prohibition on Cubans having cell-phone contracts was also repealed, ending the sad spectacle of people begging foreigners to help them establish accounts for prepaid phones. Restrictions on agriculture were loosened, allowing farmers to lease government land on 10-year terms. The liberalization brought to light the sad fact that the state had allowed much of the country's land (70 percent of it was in state hands) to become overgrown with invasive weeds.

While officially still socialist, the government has also pushed for an expansion of so-called self-employment, masked with the euphemism of "nonstate forms of production." It is, in reality, a private sector emerging in fits and starts. In less than a year, the number of self-employed grew from 148,000 to 330,000, and there is now a flowering of textile production, food kiosks, and the sale of CDs and DVDs. But heavy taxes, the lack of a wholesale market, and the inability to import raw materials independent of the state act as a brake on the inventiveness of these entrepreneurs, as does memory: The late 1990s, when the return to centralization and nationalization swept away the private endeavors that had surged in the Cuban economy after the fall of the Berlin Wall, were not so long ago.

So for now, the effects of the highly publicized reforms are barely noticeable on our plates or in our pockets. The country continues to import 80 percent of what we consume, at a cost of more than $1.5 billion. In the hard-currency stores, the cans of corn say "Made in the USA"; the sugar provided through the ration book travels from Brazil; and in the Varadero tourist hotels, a good part of the fruit comes from the Dominican Republic, while the flowers and coffee travel from Colombia. In 2010, 38,165 Cubans left the island for good. My impatient friends declare they are not going to stay "to turn off the light in El Morro" -- the lighthouse at the entrance to Havana Bay -- "after everyone else leaves."

The new president understands all too well that transformations that are too deep could cause him to lose control. Cubans jokingly compare their political system to one of the dilapidated houses in Old Havana: The hurricanes don't bring it down and the rains don't bring it down, but one day someone tries to change the lock on the front door and the whole edifice collapses. And so the government's most practiced ploy is the purchase of time with proclamations of supposed reforms that, once implemented, fail to achieve the promised effects.

But this can only continue for so long. Before the end of December, Raúl Castro will have to fulfill his promise to legalize home sales, which have been illegal since 1959, a move that will inevitably result in the redistribution of people in cities according to their purchasing power. One of the most enduring bastions of revolutionary imagery -- working-class Cubans living in the palatial homes of the bygone elite -- could collapse with the establishment of such marked economic differences between neighborhoods.

And yet the old Cuba persists in subtle, sinister forms. Raúl works more quietly than Fidel, and from the shadows. He has increased the number of political police and equipped them with advanced technology to monitor the lives of his critics, myself among them. I learned long ago that the best way to fool the "security" is to make public everything I think, to hide nothing, and in so doing perhaps I can reduce the national resources spent on undercover agents, the pricey gas for the cars in which they move, and the long shifts searching the Internet for our divergent opinions. Still, we hear of brief detentions that include heavy doses of physical and verbal violence while leaving no legal trail. Cuba's major cities are now filled with surveillance cameras that capture both those who smuggle cigars and those of us who carry only our rebellious thoughts.

But over the last five years the government has undeniably and irreversibly lost control of the dissemination of information. Hidden in water tanks and behind sheets hanging on clotheslines, illegal satellite dishes bring people the news that is banned or censored in the national media. The emergence of bloggers who are critical of the system, the maturation of independent journalism, and the rise of autonomous spaces for the arts have all eroded the state's monopoly on power.

Fidel, meanwhile, has faded away. He appears rarely and only in photos, always dressed in the tracksuit of an aging mafioso, and we begin to forget the fatigues-clad fighting man who intruded on nearly every minute of our existence for half a century. Just a year ago, my 8-year-old niece was watching television and, seeing the desiccated face of the old commander in chief, shouted to her father, "Daddy, who is this gentleman?"

Los motorizados por Oswaldo Páez-Pumar


Voluntario cumplimiento
por una gran mayoría
es la única garantía
que se cumpla un reglamento.

Debió de ser un tarado
quien pensó que prohibiendo
lo que hoy está sucediendo
con tantos motorizados
solucionaba el problema.

Así opera el sistema
que ellos llaman socialismo
no atiende la realidad,
mientras su incapacidad
nos conduce al abismo.

Luz Roja por Oswaldo Páez-Pumar


Semáforo inteligente
cuando el conductor es bruto
no logrará dar su fruto:
“que fluya en modo eficiente
el tráfico en la ciudad”,
pues aunque sepa restar
se va el bruto a atravesar
de la calle en la mitad.

Es lector la educación
la que ofrece solución
al problema más complejo;
y estamos en el infierno
pues no lo entiende el gobierno.

El tráfico es el reflejo.

El ferry por Oswaldo Páez-Pumar


Reincidiendo en esa práctica
que presenta como estreno
lo que es viejo y es ajeno,
le tocó el turno a la náutica.

Lo que regular o mal
pero al menos navegaba,
futuro incierto lo empava
porque lo harán oficial.

El ferry hacia Margarita
irá ahora de visita
después de la expropiación;
y se llenarán sus bocas
aplaudiendo como focas
los ministros del bocón.

El onagro trisoleado por Pico A. Geno


Señor Manuel Caballero
estuvo usted atinado
al llamar al trisoleado
onagro, por chapucero.

Ofrezco excusas primero,
por haberle yo plagiado
el mote tan acertado
que dio a Morfeo Guerrero.

Vista la infertilidad
de un cerebro en oquedad
esta pregunta formulo:

No piensa usted Don Manuel
que el epíteto para él
en lugar de onagro es mulo.

Caracas, 29 de mayo de 2003.

La pelea es la misma por Oswaldo Páez-Pumar



He tenido la fortuna de leer un artículo de Yoanis Sánchez, la disidente cubana. Todo el artículo está lleno de hermosas verdades, pero lo que más me cautivó fue esta frase: “yo aprendí hace tiempo que la mejor vía para despistar la “seguridad” es hacer público todo lo que pienso, no esconder nada”. Yo me crié con esa premisa. No solo en la educación escolar donde decir la verdad era altamente estimado, sino en la familiar, donde eran aún más estimados los tres años de grillos y Rotunda que le costó a mi padre escribirle a J.V. Gómez “… es de hombres, y de honradez y patriotismo, decir lo que se siente, escribir lo que se piensa y cualesquiera que sean las consecuencias autorizarlo todo con la propia firma”.

La historia está llena de estos decires. No hace mucho en la prensa el doctor Rafael Muci Mendoza, enfrentando la práctica de los correos electrónicos que ordenan que se borre el nombre del remitente, antes de hacer el reenvío, pedía que el suyo no se borrara, que se supiera que era él quien escribía.

Muchos años atrás Francisco de Quevedo en su Epístola Satírica y Censoria plasmó el concepto en estos dos aleccionadores tercetos: “No he callar por más que con el dedo/ ya tocando la boca ya la frente/ silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente/siempre se ha de sentir lo que se dice/nunca se ha de decir lo que se siente?”.

Escribo esas pequeñas reflexiones porque me parece que la causa que originó esa práctica, junto con la de la remisión con copia oculta, perseguía el objetivo de evitar la interferencia de los correos por parte de los “hackers”; pero no pudo ser nunca hacer de nuestros escritos y opiniones una suerte de panfletos anónimos.

Desde hace muchos años, acostumbrado como estoy por mi profesión de abogado a recibir información confidencial y a tratar mis respuestas con la misma condición, formulé para mis escritos no profesionales una presentación antinómica que dice así: “este no es un documento legal ni confidencial aunque si emitido por un escritorio de abogados, mejor dicho por uno de sus miembros. Su contenido si puede ser usado, copiado o divulgado.”

Desgraciadamente, carezco de la disciplina para que todos mis escritos, expresión de hombre libre, se transmitan con la fórmula citada y muchas veces circulan en el formato propio de la presentación de mis trabajos profesionales, pero quiero decirle a todos aquellos a quienes pueda llegarle éste o cualquiera otro artículo contentivo de mis opiniones, por envío propio o por recibirlo de un tercero, que pueden reproducirlo, citarlo o glosarlo sin ocultar mi nombre.

Invito a mis compatriotas a hacer suya la práctica de Yoanis. Hay riesgos. Mi tocayo Oswaldo Álvarez Paz los sufrió, pero fue tanta la fuerza de la presencia de quien no teme decir la verdad, que los jueces caracterizados por su autonomía del poder ejecutivo, “decidieron por sí solos” aplicar la Constitución y juzgarlo en libertad.

Es el gobierno el que está lleno de temores, el de Chávez y el de Castro, por eso es el despliegue de represiones y amenazas como lo denuncia Yoanis, que señala que “Raúl Castro ha incrementado la policía política y la ha equipado con la más avanzada tecnología para monitorear la vida de sus críticos”. Ayudémoslo a conocer lo que pensamos.

Caracas, 11 de octubre de 2011

El pagapeo por Oswaldo Páez-Pumar


Ha sido removido de su cargo el director general de “soberanía,
límites y asuntos fronterizos” del Ministerio de Relaciones
Exteriores. Su nombre Marcos Aurelio Fernández Hernández. Su
persona, su labor, su carrera, sus aciertos y desaciertos me son
desconocidos. Pero el procedimiento no. El mismo que las
mantuanas de la Caracas colonial usaban para que recayera
en una criada la responsabilidad de las flatulencias que la
mantuana expelía. Se la llamaba “la pagapeo” y la revolución
bolivariana, quizá porque la familia Bolívar las tuvo a su
disposición, ha renovado la institución para que quede claro
que ella no ofrece el futuro del siglo XXI, sino el pasado
del siglo XIX.

Los desaciertos en política exterior del comandante que confunde
sus intereses personales con los de la nación; y los de su canciller
que confunde la función de ministro con la de lacayo, hicieron
necesaria la búsqueda de alguien a quien culpar.

El presidente no sabía. El ministro tampoco. Mentira si sabían y
eludían la respuesta porque su único objetivo de confrontación,
como expuse hace unos días, es en lo externo “el imperio” e
internamente nosotros “la disidencia”.

El comunicado conjunto, limitado a la proyección marítima de la
frontera venezolana, parece haber logrado un efecto tranquilizador
de la reacción que el país pensante asumió unánimemente y recibió
como respuesta la procacidad usual en el jefe del estado.

Nunca he pensado que las cuestiones internacionales y
particularmente las relativas a la soberanía y el territorio deben ser
objeto de una abierta e ilimitada polémica pública, capaz de
despertar los más insensatos desafueros patrioteros, que como
ya sabemos, es el último refugio de la canalla.

Pero cuando la canalla en funciones de gobierno pretende hacer
purgar a un funcionario de menor jerarquía por las culpas de su
propia inacción; y aspira lograr que un manto de olvido cubra un
problema presente, mediante un comunicado a todas luces
insuficiente y el despliegue por mil medios de comunicación
social de un anatema para quien disienta y mantenga la voz de
alerta, se hace necesario, como lo expresó Quevedo “decir lo
que se siente” que es lo que caracteriza “a un espíritu valiente”.

La remoción del director de “soberanía, límites y asuntos
fronterizos” deja al descubierto el abandono del gobierno
robolucionario de “la soberanía, los límites y los asuntos
fronterizos”.

Caracas, 4 de octubre de 2011

Heredado del Imperio por Oswaldo Páez-Pumar


La frase se ha convertido en un estribillo para eludir la
responsabilidad de defender la soberanía territorial y su proyección
marítima. A Guyana no parece importarle que la disputa tenga su
origen en una herencia, a la cual no piensa renunciar. Su objetivo
es consolidar lo heredado en tierra firme y que le sirva de
plataforma en las áreas marítimas.

Un canciller inmaduro que cree que conducir la política
exterior es igual a conducir un metrobús, compelido por la protesta
de densos sectores que reclaman su atención a los asuntos de
Estado, porque Guyana a espaldas de Venezuela inició una acción
encaminada a ampliar la proyección marítima de su territorio en
desmedro de la de Venezuela, inicia una tímida reacción y recibe
un desmentido del gobierno guyanés, la existencia de una nota
diplomática de vieja data, 2009, más de dos años. Luego no
ha sido a espaldas, sino de frente. Seguramente alguna ocupación
preferente como hacerse ver en “Aló presidente”; o asistir a una
cadena de radio y televisión, impidió su lectura oportuna, ni que
decir de la respuesta.

¿Queremos hacer dejación de lo heredado? Acaso nuestras
fronteras, a pesar de lo golpeadas ¿no son herencia del imperio
donde no se ponía el sol?; y el “uti possidetis iuris” ¿la fórmula que
se consideró idónea para hacerlo del modo más pacífico posible? Es
cierto que, ni en su concepción, ni menos en su aceptación
participó el imperio británico y nuestro vecino heredero, se
regocija porque así fue y no anda invocando culpas pasadas para
no defender lo que considera suyo. Al pan lo llama pan y al vino,
vino.

Pero el mandón que lo único que aspira es ser popular, solo
tiene dos enemigos, ambos únicos, internamente, a quien discrepe
y externamente “al imperio”. A los demás los complace con dinero,
con petróleo y hasta con territorio. No es culpa de su canciller,
como no es culpa del mono, sino de quien le da el garrote.

Caracas, 28 de septiembre de 2011