La
declaración del farsante es patética. “Yo gozo administrando justicia”. Son 24
los numerales del artículo 236 de la Constitución que definen las “atribuciones
y obligaciones” del Presidente. Ninguna de ellas incluye la administración de
justicia que el artículo 253 reserva al Poder Judicial, pero que el acto de
inicio del año judicial pudiera haber sembrado la confusión en la mente del
iluminado de Sabaneta.
Dejando
a un lado la iniquidad de los magistrados del TSJ que abdican de su función
para que sea ejercida por el farsante, lo que vale la pena señalar es que el
gozón encuentra en la más delicada, difícil y podríamos agregar agónica
actividad del hombre, el juicio de sus contemporáneos, una suerte de diversión
que, en demostración de la bellaquería que la acompaña, es ejercida por
televisión, como si fuera “radio rochela” o cualquier otro programa de
entretenimiento; y el objetivo es que los televidentes rían y que también lo haga el coro de eunucos que
está presente en el acto.
Usted,
farsante gozón, no sabe lo que es la
justicia. Lo que usted ha practicado durante 13 años es el despojo, la
vejación, la exposición al desprecio público de sus conciudadanos, todos
delitos definidos en el Código Penal que aspira a reformar, porque además de
cómico, papel en el que debo reconocer que a veces le suena la flauta, usted
cree que sabe lo que son los delitos, pero lo desconoce absolutamente. No se
altere por lo que digo, pues le estoy dando el beneficio de la duda, ya que si
efectivamente usted lo supiera, sus acciones estarían acompañadas por una cualidad
en el nivel del dolo difícilmente superable.
Administrar
justicia es doloroso y en consecuencia no puede generar gozo. Usted lo que ha
venido practicando es la satisfacción hasta la saciedad, que pareciera no
existir, de sus complejos, ruindades y otras miserias del alma humana comunes a
todos los hombres y en consecuencia a las que todos estamos en peligro de
sucumbir, pero en modo más vulnerable quienes ejercen el poder, más aún cuando
lo hacen sin los contrapesos propios de la división de los mismos, e
infinitamente más, cuando quienes lo rodean encuentran satisfacción en sufrir
en carne propia los vejámenes que usted prodiga a los venezolanos, como si
sintiera desprecio por el gentilicio y quisiera renegar de él.
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