La
apertura del año judicial no podía pasar sin la presencia del farsante. Un TSJ
caracterizado por una sumisión perruna al Poder Ejecutivo después de 13 años de
incremento sistemático y sostenido de todos los delitos, pero particularmente
de aquellos que atentan contra la seguridad de las personas y de los bienes,
oye complacido como su jefe les anuncia que el programa para combatirlos
consiste en el ejercicio de poderes extraordinarios para reformar el COPP y el
CP, porque esta nueva reforma si va a solucionar el problema.
El
complemento es la sonrisa en el rostro de los magistrados. Misión cumplida:
satisfechos y prestos para crear hitos jurisprudenciales en el nuevo año. No
faltará alguno que sugiera al nuevo “Justiniano” alguna pequeña corrección de
forma en su extraordinaria labor codificadora, quizá, que se hable en el nuevo
Código del robo y de la roba; o del homicida y el homicido.
Mientras
tanto el país toma conciencia estupefacto de que los niños están siendo
entrenados en el manejo de armas de guerra, para que combatan el delito de
disentir de lo que dice el farsante, el único que merece persecución policial,
juicio con privativa de libertad y condena a la pena máxima, aunque esta última
etapa quizá no sea necesaria, pues más eficaz es el solo sometimiento a juicio.
En
paralelo el farsante que lleva trece años haciendo apología de su delito de
rebelión, descubre que no hubo golpe de estado, que por supuesto es la única
verdad que ha dicho en estos trece años, porque fue derrotado, lo que hubo fue
intento de darlo y como en todo lo que ha intentado el fracaso estrepitoso,
salvo cuando se trata de destruir.
No
creo que para nadie sea un secreto que en la administración de justicia la
política tiene un peso específico no solamente en Venezuela a través de los
tiempos, sino también en los países en los cuales la separación de poderes ha
alcanzado su institucionalización. Al fin y al cabo, desde hace mucho tiempo
está dicho que “quien juzga dice más de si mismo que de aquel a quien juzga”.
Lo que resulta patético del acto de
apertura del año judicial es que la expresión más alta de ese poder público, el
TSJ, se exponga en público, es decir, frente a la ciudadanía, a dejar al
descubierto de que es en la persona del farsante, a contrario de lo que dispone
el artículo 253 de la Constitución, donde radica la potestad de administrar
justicia y que su función es simplemente de apariencia. Por eso invito a mis
compatriotas a colocar mañana 4 de febrero la bandera a media asta en señal de
duelo.
Caracas,
3 de febrero de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario