Me
llena de consternación la noticia de que la juez Afiuni cumplirá dos años en
prisión. Está sentenciada por el supuesto delito de haber recibido soborno de
un presunto reo para acordarle la libertad bajo la cual debía ser enjuiciado de
acuerdo con la ley.
Ella
a su vez fue al tiempo de su sentencia víctima de la arbitrariedad ‘contra legem’ del juicio en reclusión; y lo
sigue siendo hoy, puesto que no pesa en su contra sentencia definitivamente
firme, sino una apelada de viciosa condición que no pudo establecer “cuando,
como, donde y que” supuestamente recibió
la juez a cambio de la sentencia que ordenó el juicio en libertad del presunto
reo.
De
lo que si se conoce el cuándo, el cómo y el dónde es de la ira presidencial,
que es el qué, que despertó la sentencia interlocutoria de la juez Afiuni
ordenando el juicio en libertad del ciudadano Eligio Cedeño.
Las
razones jurídicas para que la juez Afiuni esté en libertad sobran y no trataré
sobre ellas, sino sobre las que existen para mantenerla recluida.
La primera y más importante por supuesto es
compensar al ciudadano Chávez del desagrado que la liberación de Cedeño le
ocasionó hasta el punto de provocarle ira, con el consiguiente malestar anímico
que ella debe haberle producido.
La
segunda, es otra compensación, lo que en el lenguaje de las ofensas y los
duelos, se conoce como “dar satisfacción”, que no es otra cosa que desagraviar
al ofendido porque ciertamente la Juez Afiuni lo ofendió al hacer patente que
sentenciaba de acuerdo con lo que pensaba en el caso de autos y no de acuerdo
con los deseos del dictador.
La tercera, es la materialización concreta
de la anterior, la Fiscalía está al servicio de su capricho señor dictador y
por eso vengo a darle testimonio personal que la pondré con todas mis fuerzas
al logro del objetivo de hacerle pagar a la juez su temeraria pretensión de
autonomía.
La cuarta, es la mezquindad de los miembros
del poder judicial empeñados en mostrarle al dictador que puede contar con
ellos para ensañarse sin necesidad de hacer el trabajo sucio, para eso están
ellos.
La quinta, es para que sepa el dictador que
la única enfermedad y enfermo digna y digno de atención es él.
Que mueran los
demás porque para atender a la necesidad de saciar su odio ellos están
dispuestos a asumir el papel de verdugos, sin necesidad del recato de los
antiguos que lo practicaban encapuchados para no ser reconocidos.
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