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16/3/12

Jueces mandrias por Oswaldo Páez-Pumar



Me llena de consternación la noticia de que la juez Afiuni cumplirá dos años en prisión. Está sentenciada por el supuesto delito de haber recibido soborno de un presunto reo para acordarle la libertad bajo la cual debía ser enjuiciado de acuerdo con la ley.

Ella a su vez fue al tiempo de su sentencia víctima de la arbitrariedad  ‘contra legem’ del juicio en reclusión; y lo sigue siendo hoy, puesto que no pesa en su contra sentencia definitivamente firme, sino una apelada de viciosa condición que no pudo establecer “cuando, como, donde y que”  supuestamente recibió la juez a cambio de la sentencia que ordenó el juicio en libertad del presunto reo.

De lo que si se conoce el cuándo, el cómo y el dónde es de la ira presidencial, que es el qué, que despertó la sentencia interlocutoria de la juez Afiuni ordenando el juicio en libertad del ciudadano Eligio Cedeño.

Las razones jurídicas para que la juez Afiuni esté en libertad sobran y no trataré sobre ellas, sino sobre las que existen para mantenerla recluida.

La primera y más importante por supuesto es compensar al ciudadano Chávez del desagrado que la liberación de Cedeño le ocasionó hasta el punto de provocarle ira, con el consiguiente malestar anímico que ella debe haberle producido.

La segunda, es otra compensación, lo que en el lenguaje de las ofensas y los duelos, se conoce como “dar satisfacción”, que no es otra cosa que desagraviar al ofendido porque ciertamente la Juez Afiuni lo ofendió al hacer patente que sentenciaba de acuerdo con lo que pensaba en el caso de autos y no de acuerdo con los deseos del dictador.

La tercera, es la materialización concreta de la anterior, la Fiscalía está al servicio de su capricho señor dictador y por eso vengo a darle testimonio personal que la pondré con todas mis fuerzas al logro del objetivo de hacerle pagar a la juez su temeraria pretensión de autonomía.

La cuarta, es la mezquindad de los miembros del poder judicial empeñados en mostrarle al dictador que puede contar con ellos para ensañarse sin necesidad de hacer el trabajo sucio, para eso están ellos.

La quinta, es para que sepa el dictador que la única enfermedad y enfermo digna y digno de atención es él. 

Que mueran los demás porque para atender a la necesidad de saciar su odio ellos están dispuestos a asumir el papel de verdugos, sin necesidad del recato de los antiguos que lo practicaban encapuchados para no ser reconocidos.

Caracas, 8 de diciembre de 2011

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