Durante los cuarenta años de gobiernos civiles está
situación se presentó solamente dos veces, cuando Leoni sustituyó a Betancourt
y cuando Pérez II sustituyó a Lusinchi. Con todas las diferencias que hubo en el
primer caso, no se puede hablar propiamente de patada histórica, quizá la insurrección
castro-comunista cooperó para que no hubiera el rompimiento que supone la
patada. Antes del advenimiento de los gobiernos civiles se puede advertir en el
siglo XX la patada de López a Gómez abriendo cauces hacia la democracia, pero
no en el caso de Medina y López aunque muchos de los actores contemporáneos la
resintieran.
Con Pérez II y Lusinchi si la hubo y esa patada junto
con la que Caldera diera no propiamente a su predecesor sino al partido fundado
por él, que ya lo había llevado a la presidencia y postulado en muchas
oportunidades, es parte del desmoronamiento de los gobiernos civiles y la
irrupción del chavismo. En nuestra vecina Colombia se vive hoy la patada de
Santos a su mentor Uribe.
¿Qué pasa en Venezuela ?
Nicolás viene precipitándose en caída libre y como la patada histórica
cumple la función de comunicarle al pueblo el
mensaje de que “ahora soy yo el que manda”, no la
puede propinar porque sabe que no manda, sabe que quienes le rodean le están
huyendo a su caída para que no los arrastre, sabe que fue sobre el cadáver de
Chávez que logró, si es que lo logró, el escuálido triunfo; y por consiguiente
sabe que intentar dar la patada histórica es dársela a sí mismo en la pantorrilla
izquierda con el pie derecho y viceversa, a pesar de lo difícil del movimiento.
Tiene sin embargo un último recurso con los talones en su propio trasero.
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