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1/8/12

Premonición por Oswaldo Páez-Pumar


Ayer al leer en la prensa que los dos acompañantes de Oswaldo Payá habían aceptado que conducían a exceso de velocidad y que a la misma se debió el ‘accidente’ en el cual pereció, me adelanté a preparar el soneto que para ser publicado el domingo debo remitir al periódico a más tardar el jueves al mediodía. “Yo acuso” lleva por título y acuso al castrismo de la muerte de Payá.

Hoy la prensa me informa que mi premonición fue acertada pues anuncia el procesamiento de los acompañantes por “homicidio”. No será un procedimiento distinto al del general Ochoa, que después de cumplir con la orden de Castro para asociar al gobierno de La Habana con el narcotráfico con el doble propósito de obtener recursos financieros para mantener la dictadura y “envenenar a la juventud del imperio con la droga”, un arma tan siniestra como la de la guerra química o bacteriológica, lloró arrepentido en el tribunal, se atribuyó toda la culpa, liberó de responsabilidad a Castro y pidió ser ejecutado porque se lo merecía.

Cuanta habrá sido la presión, ejercida en cautiverio, puesto que las embajadas sueca y española no pudieron tener contacto con sus nacionales hasta después de haber sido liberados, justo para que reportaran su versión de lo ocurrido de lo cual solo recuerdan el exceso de velocidad, pues todo lo demás es nebulosa como si la amnesia que les produjo el accidente no hubiera afectado un lóbulo del cerebro y dentro de éste un centro específico, encargado de preservar el recuerdo de los accidentes de tránsito a alta velocidad cuando coincide con la versión oficial de los hechos.

Carromero entró a Cuba con visa de turista y “en violación de su estatus migratorio se involucró en actividades políticas contra el orden constitucional…y es bien sabido que la contrarrevolución siempre ha sido y es mercenaria”. Granma dixit.

Y yo digo, que cuando las autoridades cubanas levantaron el accidente y  constataron la muerte de Oswaldo Payá ya sabían que “el accidente” se había producido por exceso de velocidad y lo único que necesitaban era que lo confirmara el conductor para lo cual era indispensable mantenerlo aislado de cualquiera que pudiera tratar de ‘confundirlo’, porque para avivar la memoria no existe mejor remedio que el aislamiento, sobre todo si al aislado se le hace saber que puede durar una eternidad.

Caracas, 1° de agosto de 2012 

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