“Cuando todos se muestran de acuerdo, es que
alguien no está pensando”
George Patton
Todo
conocemos esos artilugios que usan los agricultores para proteger sus cosechas
de granos y cereales de la voracidad de los pájaros, son los espantapájaros.
Los hacen de todos los tipos y modelos, dependiendo de las costumbres locales y
los recursos de los campesinos. En los países ricos acostumbran a elaborarlos
como figuras humanas reales, rellenos de paja y vestidos con ropa humana, y
hasta sombrero y corbata; en nuestros llanos los que siembran se conforman con
bolsas plásticas de colores negro o amarillo atadas a una estaca, pues la ropa
no sobra, y el viento los hace ondear como si tuvieran vida y eso basta para
que espantar a las aves. Claro que en el norte como en el sur nunca uno de esos
espantapájaros han capturado o agredido a un pájaro ni menos aun se lo ha
comido, sólo sirve para meter miedo. Son trastos sin otra utilidad que asustar
a los pájaros, y hay veces que parecen tan reales que infunden miedo hasta a
los humanos desprevenidos. Ese es el mismo propósito de las capta huellas del
sistema SAI, inventadas por los brujos y brujas del CNE, con la diferencia que
los espantapájaros elaborados con ropa humana o bolsas son baratos, pues lo son
con materiales de desecho, mientras que los del CNE son costosos en dólares
americanos y su implementación para meter miedo constituye un acto de
malversación grosera e indicio de corrupción. Algún contratista se va a hacer
muy rico y alguna empresa extranjera hará un nuevo negocio vendiendo espejitos
de colores a cambio de petróleo venezolano del bueno. Claro que ya estamos
acostumbrados al cuento pero todavía escuece ser de un país tomado por bobo y
botarate.
En
estos primeros días de agosto está previsto un simulacro de votación y los
técnicos que concurran por la oposición se darán cuenta que esos espantapájaros
electrónicos no capturarán votantes infiltrados, dobles cedulados del chavismo,
chinos, iraníes, cubanos, etc. inscritos en el abultado REP, como tampoco lo
hacen los que se ponen para meter miedo a las aves en los campos; las capta
huellas del SAI sólo servirán para tratar de asustar a los que se acerquen a
votar contra Chávez.
Es el
uso del susto como arma electoral, armada por los capataces del latifundio
chavista en el CNE, al igual que el último gesto de pretendida autoridad,
devenido en el ridículo más grande y vergonzoso, que se les ha podido ocurrir,
hasta ahora, a las madonas que regentan el organismo del gobierno chavista para
las elecciones: Prohibir al candidato de la democracia, Henrique Capriles
Radonsky, que use una cachucha en sus actos de campaña porque lleva los colores
de la bandera nacional. Se amenaza con todo el peso de la autoridad, queriendo
asustar a quien no tiene miedo, por colocar sobre su cabeza los colores
nacionales y aspirar a la presidencia de la república. Es una de las amenazas
más grotescas que se hayan utilizado en el hemisferio occidental desde que la
democracia se ha hecho práctica y objetivo para las naciones surgidas de la
primera guerra mundial. Me avergüenza pensar qué estarán tratando de descifrar
sobre nuestra política en países vecinos y hermanos, o en Europa y USA, donde
los colores patrios engalanan toda clase de festejos, celebraciones o
acontecimientos populares; o qué pensarán nuestros llaneros coleadores de toros
que recurren al amarillo, azul y rojo en sus escarapelas de premiación para
quien agarra con éxito por el rabo al toro que se escapa en la lid.
Mientras
Chávez usa y abusa de los símbolos patrios, utiliza a los cuarteles como plazas
de campaña reeleccionista, invade nuestras televisiones con sus cuñas de
contrabando y sus cadenas sin justificación, a las rectoras del CNE les
angustia una cachucha en la cabeza de Henrique Capriles y no se dan cuenta que
esa pretendida prohibición sólo va a provocar que todos nos compremos nuestra
cachucha tricolor o, mejor, nos mandemos a hacer una con las 7 estrellas, sin
la cubana que sobra, y con el caballo blanco, volteado hacia la derecha, indómito,
símbolo de la libertad tan anhelada hoy.
Caracas,
5 de agosto de 2012
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