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22/8/12


  El soberbio por Oswaldo Páez-Pumar
            Con frecuencia se emplea la palabra “humilde” para referirse  a las personas de condición económica precaria; y aunque el diccionario a ese fonema le reconoce una acepción vinculada con carencia, el nexo es con la carencia de nobleza y no con la carencia de recursos.  El vicio de la soberbia es el apetito de querer ser preferido a los demás, creerse más que los demás y dejarse llevar por ese deseo o creencia. Es la antípoda de la virtud de la humildad que es la que acompaña al hombre que reconoce su miseria, el que por esa honestidad para consigo mismo es verdaderamente humilde.
El deseo o creencia del soberbio se atribuye a sí mismo el origen de todos los bienes; y atribuye los males por los que deben ser castigados a los demás, círculo en el que ingresan incluso sus más cercanos colaboradores, cuando la necesidad de encontrar un culpable se hace presente.

El soberbio está al margen de la responsabilidad. Curiosamente el lenguaje lo identifica. No el que el usa, sino el contenido en el diccionario. El soberbio señala las responsabilidades de éste, ése y aquel aquí, allá y acullá; y él no las tiene. Es de acuerdo con el lenguaje común un absoluto irresponsable. Elementos comprobatorios de esa irresponsabilidad lo contienen las consignas que para ese fin se diseñan. Una de ellas desplegada hace un tiempo en grandes pancartas “Déjenlo gobernar”, cuando tenía no menos de diez años en ejercicio del poder. La otra, la que va de boca en boca: “es que no sabe lo que está pasando”, cuando todo cuanto pasa, pasa por sus manos.

Este hombre soberbio está tan poseído de sí mismo que ahora tiene conflictos con quienes se acercan a escuchar su voz en la campaña y se muestran insatisfechos, porque su discurso está ajeno a la realidad que circunda a los oyentes que comienzan a transformarse de atónitos espectadores en bulliciosos críticos; y que para desgracia del soberbio en su mente calenturienta representan una irreverencia al pretender señalarlo como responsable de los males que critican, cuando el sigue siendo irresponsable, pero será el responsable de su derrota, porque la esencia de la democracia que por no comprender quiere destruir, es que el derecho a criticar al gobierno y a cambiarlo no es una concesión del déspota, sino un derecho del pueblo que nadie puede arrebatarle.

Caracas, 22 de agosto de 2012

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