El soberbio por Oswaldo
Páez-Pumar
Con frecuencia se emplea la palabra
“humilde” para referirse a las personas
de condición económica precaria; y aunque el diccionario a ese fonema le
reconoce una acepción vinculada con carencia, el nexo es con la carencia de
nobleza y no con la carencia de recursos.
El vicio de la soberbia es el apetito de querer ser preferido a los
demás, creerse más que los demás y dejarse llevar por ese deseo o creencia. Es
la antípoda de la virtud de la humildad que es la que acompaña al hombre que
reconoce su miseria, el que por esa honestidad para consigo mismo es
verdaderamente humilde.
El deseo o creencia del soberbio se
atribuye a sí mismo el origen de todos los bienes; y atribuye los males por los
que deben ser castigados a los demás, círculo en el que ingresan incluso sus
más cercanos colaboradores, cuando la necesidad de encontrar un culpable se
hace presente.
El soberbio está al margen de la
responsabilidad. Curiosamente el lenguaje lo identifica. No el que el usa, sino
el contenido en el diccionario. El soberbio señala las responsabilidades de
éste, ése y aquel aquí, allá y acullá; y él no las tiene. Es de acuerdo con el
lenguaje común un absoluto irresponsable. Elementos comprobatorios de esa
irresponsabilidad lo contienen las consignas que para ese fin se diseñan. Una
de ellas desplegada hace un tiempo en grandes pancartas “Déjenlo gobernar”,
cuando tenía no menos de diez años en ejercicio del poder. La otra, la que va
de boca en boca: “es que no sabe lo que está pasando”, cuando todo cuanto pasa,
pasa por sus manos.
Este hombre soberbio está tan
poseído de sí mismo que ahora tiene conflictos con quienes se acercan a
escuchar su voz en la campaña y se muestran insatisfechos, porque su discurso
está ajeno a la realidad que circunda a los oyentes que comienzan a
transformarse de atónitos espectadores en bulliciosos críticos; y que para
desgracia del soberbio en su mente calenturienta representan una irreverencia
al pretender señalarlo como responsable de los males que critican, cuando el
sigue siendo irresponsable, pero será el responsable de su derrota, porque la
esencia de la democracia que por no comprender quiere destruir, es que el
derecho a criticar al gobierno y a cambiarlo no es una concesión del déspota, sino un derecho del pueblo que nadie puede arrebatarle.
Caracas,
22 de agosto de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario