El pueblo de Venezuela necesita y quiere una
explicación congruente de lo que ocurrió el domingo 7 de octubre y la manera de
obtenerla no puede ser evitando la discusión sobre lo ocurrido, ni excluyendo
de esa discusión el tema del fraude, que gravita sobre todos nosotros desde que
el REP de un gobierno absolutamente ineficaz para todo, resulta el más
eficiente en el registro de votantes, superando incluso el crecimiento
demográfico de la población, alterando la pirámide poblacional que nos colocaba
como un país joven e introduciendo mecanismos de control y seguridad que
aceleran o retardan el acto de votación en zonas, centros y mesas según lo
disponga el CNE.
La primera causa del resultado radica
indudablemente en que no se alcanzó el objetivo de
la campaña, definido el 12
de febrero cuando triunfó la candidatura de Capriles en las primarias con una
concurrencia de tres millones doscientos mil electores. Ese objetivo fue que
cada uno trajera dos más y se cumplió a medias. Cada uno trajo solamente uno
más, de allí los seis y medio millones. Estoy entre quienes no cumplieron el
objetivo, entre mi esposa y yo llevamos uno más, 25% de la meta. Me pregunto
¿Si hubiéramos cumplido la meta y en consecuencia mas de 17 millones (9 HCR y 8
HCHF) se hubieran hecho presentes el CEN nos habría sorprendido con un número
de votantes superior a 18 millones, que darían el triunfo al repitiente y
marcarían el hito electoral de que absolutamente todos los inscritos votaron,
incluso los que pudieran haber fallecido entre el día de inicio de la campaña y
el día de las elecciones?
La segunda causa está en la falta de presencia de
la oposición en mesas, centros y zonas donde a pesar del esfuerzo realizado no
pudo lograrse la presencia. La existencia de mesas, centros y lugares donde el
candidato del gobierno obtuvo todos los votos no son explicables, ni
aceptables. Que haya ocurrido no es culpa del candidato cuyo esfuerzo en el
cumplimiento de la meta principal permitió cubrir el déficit que dejamos la
inmensa mayoría de los tres millones. Si es culpa de todos nosotros y no
solamente de la MUD y de las organizaciones que asumieron ciertas tareas del
trabajo electoral, entre otras ésta, particularmente fallida. Si hay aquí una
responsabilidad especial en la MUD y las organizaciones en no haber asumido esa
carencia con la verdad, que es lo único que nos hará libre, con el pretexto de
que eso desestimulaba al elector e incitaba a la abstención.
Me pregunto
¿Cesará el proceso de descalificación de quienes han venido señalando que la
creación y la supresión de centros y mesas y su ubicación responde a un
propósito fraudulento que efectivamente se materializa y se materializó; y se
procederá a denunciar tales centros, aquellos donde el repitiente obtuvo el
100% de los votos, o el 99 o 98 %, cuando la relación en todo el país es 45 a
55? La estadística señala que esos resultados no son posibles; y es verdad que
la estadística son inferencias basadas en el cálculo de probabilidades y no
prueba de realidades, pero cuando esos resultados se repiten varias veces en
otra mesa, centro o zona inaccesible al control y presencia de la oposición por
decisión del propio órgano de control no
puede haber otra conclusión, sino que hay fraude, aun cuando no se traduzca en
que mi voto por el candidato 1 sea atribuido al candidato 2; y se impone
determinar su cuantía para establecer la realidad de la voluntad popular, que
incluye saber si quien ganó lo hizo efectivamente o por efecto de esos votos
emitidos en esas mesas, centros o zonas excluidos del control
La tercera causa es el miedo que tiene dos
ángulos: a) el de los actores que buscan el favor del electorado y b) el de los
electores.
En relación con los primeros creo que hay que
insistir en una mayor claridad en el lenguaje. Como dice el viejo dicho “llamar
al pan pan y al vivo vino”. Este no es un gobierno democrático, sino tiránico y
de vocación totalitaria, que usa algunas formas democráticas como máscara para
instaurar un régimen similar al que regenta Castro y a los que presidieron
Stalin y Mao. Las elecciones no fueron una demostración de la democracia
venezolana, sino de la resistencia que el pueblo sostiene a la pretensión
totalitaria. La bandera de la reconciliación tiene que estar dirigida al pueblo
y no se la puede convertir en una excusa para no atacar a un gobierno tiránico,
corrupto e ineficiente, que además con un despliegue de medios económicos y de
comunicación de masas inconmensurable e ilegalmente empleado nos describe como
golpistas, traidores, vende patrias y un cúmulo de sustantivos, usados como
adjetivos, tal el caso de “gusano” tan caro a Castro, que evidencian el
desprecio por el ser humano que la inepta revolución practica. Ese despliegue
camorrero e ilegal exige una respuesta sin groserías pero contundente.
En relación con los electores la tarea es doble,
porque el síndrome de Estocolmo está presente en ellos que se sienten
controlados por un gobierno que les ofrece dulces y amenazas. No dulces
amenazas, sino aterradoras como suprimirles la pensión o la misión de la cual
viven, o excluirlos de las listas, cualesquiera que sean,
para incluirlos en las del ostracismo, la que alguna vez representó la de
Gascón (q.e.p.n.d.). El gobierno es
omnipresente y a la oposición aunque la vean con simpatía la sienten lejana a
la hora de garantizarle que no serán excluidos; y es aquí donde la tarea, la
más difícil de todas se hace presente, existir con el pueblo, que diría
Mounier, que significa “te estamos acompañando aunque no votes por nosotros
porque sentimos lo que estás padeciendo y queremos que no lo padezcas más y
sabemos que no podemos pedirte que te arriesgues sin ponerte al alcance un
salvavidas, porque si falláramos en el intento tenemos claro que quienes te
ofrecen los dulces ejecutarán las amenazas, porque no les interesas como
persona, sino como seguidor, como súbdito”. Pedirles lo contrario sería una
exigencia de lo imposible. Así caminaron en el coliseo romano los cristianos
ante los leones y fueron mártires y por serlo fueron santificados. Nuestra
tarea no es pedirles sacrificios y desprendimiento sino acompañarlos en su
peregrinar.
Caracas, 25 de octubre de 2012
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