No, no vamos a hablar de esas exacciones
que nos vienen de arriba, que nos abandonarán solo cuando seamos finados, que
debieran revertirse en obras y servicios para los contribuyentes y sus familias
pero que, frecuentemente, son usadas por la clase política para hacer creer que
hacen algo mientras dejan caer una tajada en sus bolsillos. Eso, aquí y acullá, pero aquí también es
utilizada para financiar amigotes —que, más que eso, son chulos que nos salen
muy caros, por cierto— allende los mares tipo el barbas cagalitroso habanero
que no termina de morirse, el nica estuprador y dipsómano y el cholito que vive
de la coca que vende (legal o ilegalmente, eso no lo preocupa). Nos vamos a referir a las personas que caen
dentro de la definición del participio irregular que aparece en el título. Recordemos que del verbo “imponer” surge el
sustantivo “imposición”, cuya más gráfica acepción es: “Exigencia desmedida con
que se trata de obligar a alguien”.
Algunos los llaman “candidatos turistas”,
porque recién ahora conocerán el territorio al cual fueron designados por el Primer
Dedo de la República. Por ejemplo,
agarren al turquito que escogió para Aragua, pónganlo en el atrio de la
Catedral de Maracay y díganle que camine hacia la Plaza Bolívar. ¡Segurito que coge para la que le queda enfrente!
Pero no, esa es la Girardot. La Bolívar le queda como a siete cuadras al
Este. ¿Sabrá dónde queda El Pao de Zárate?
O, para ponérsela más fácil, ¿se sabrá
el nombre de los municipios aragüeños?, o ¿dónde queda la Tiara de mi niñez? Hagan lo mismo con el negrito ¡perdón!,
afrodescendiente Aristóbulo y pregúntenle dónde queda San Tomé. Los canales de Mare-Mare sí los conoce bien
porque allí es donde tiene acoderada la
maraca de yate que compró. ¿Con
el sudor de su frente? ¡Muy difícil! ¡Y Erika en Cojedes! Cuando se entere que de Las Vegas para abajo
los zancudos no pican sino que muerden, arrancan el pedazo de carne y vuelan
con él hasta el techo para comérselo sin molestias, segurito que le dice a su
amadísimo líder que la releve con otro de la Nomenklatura que sea más basto
—que de esos, abundan por ahí— y la mande para algo más esplendente, como
corresponde a alguien de su refinamiento urbano.
Hay otros que no son “turistas”, en el
sentido estricto de la palabra. Pero
Vielma Mora, a pesar de ser gocho, no es mucho lo que haya estado por el
Táchira en los años recientes. Y cuando
fue, fue a aplicar fuertes exacciones y multas a sus paisanos. ¿Y qué decir del hombre de las varias cédulas,
Rodríguez Chacín? Es guariqueño, pero
sus querencias y “el asiento principal de sus negocios e intereses”, para
ponerlo en el lenguaje del Código Civil, están en Barinas. Debe ser que al régimen le interesa aumentar
el radio de acción de los guerrilleros colombianos y traerlos más hacia el
Centro, y facilitar el aterrizaje de los aviones aquellos, los que no llegan a
aeropuertos sino a lugares descampados…
En cuanto a Ameliach —quien les fue
impuesto a los rojos carabobeños durante una fúrica malacrianza de Elke
Tekonté— hay varias cosas que señalar. Primero,
que no es el que aspiraba el pueblo llano que usa franelas rojas. Ellos querían, quieren, al alcalde de Puerto
Cabello. Vaya usted a saber por qué,
porque como burgomaestre no es mucho lo que haya realizado. Pero como carreteador de gente para las
concentraciones, sí hizo su trabajo. Su
designación va a contrapelo de los porteños doblemente: por lo antes señalado,
y porque despreció a esa ciudad como el sitio para votar. En una más de las trapacerías del CNE —de
acero cuando se trata de la oposición, y de plastilina en cuando al régimen y
las decisiones de este, según Aveledo— se mudó a Valencia. Segundo, el nombre de un hermano de él aparece
muy seguido junto al de Makled por aquello de los químicos que ayudan en la
confección de drogas. Y tercero, todavía
no está muy claro lo del asesinato de una secretaria suya…
Ni él, ni ninguno de los anteriores
designados a punta de dedo porque “dizque no tuvieron tiempo de hacer
primarias”, llega a los estados para buscar la mejora de esas regiones: Aristóbulo
afirmó —uno no sabe si fue por candidez o por descaro— que ellos llegarían a
esos cargos (condicional del verbo “no te vistas, que no vas”) a cumplir los
deseos de su jefecito, no a gobernar. En todo caso, todos ellos van a acabar con los
gobiernos regionales; su misión es darles la estocada para imponernos, a
contrapelo, lo del dizque “poder comunal” (que solamente es más poder para
Caracas). Y cuando eso suceda, ya no
habrá elecciones. Si no lo creen, léanse
el texto de esas “leyes”…
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