A 4 meses de las
elecciones presidenciales, el tema de las garantías para un proceso electoral
limpio y transparente, sin amenaza de un fraude contra las fuerzas
democráticas, se mantiene más vivo que nunca y se está convirtiendo en un serio
elemento de fragmentación en la opinión pública opositora.
Antes de seguir,
me adelanto a declarar que al respecto he venido compartiendo la posición
mantenida por la MUD, sus técnicos electorales y el rector Vicente Díaz. Y
añado que muchas versiones sobre amenazas de fraude electoral me lucen poco
menos que leyendas urbanas, elaboradas y difundidas por personas que no
terminan de aceptar que la solución del
problema nacional pueda ser electoral, con el subconjunto de quienes no se
resignan al relevo generacional que supuso la abrumadora elección de Henrique
Capriles en las primarias. Y puedo rematar diciendo que no pocas de tales
teorías y su difusión viral en las redes sociales son, en mi criterio, operaciones
desinformadoras producidas en las salas situacionales del gobierno, las cuales
tienen por objeto desestimular el voto opositor y aumentar su abstención.
Dicho todo esto -lo cual me configura como un chico
bueno de la ruta electoral, aliado de la MUD y voluntario de Capriles: un
perfecto comeflor, pues- paso a confesar la impresión que me causa la cuantía
de opiniones que se han venido exponiendo sobre garantías electorales, la
seriedad y honradez de algunos de sus exponentes y la credibilidad de ciertos
argumentos. Quienes somos
creyentes de que hay un razonable escenario para competir victoriosamente
contra Chávez el 7 de octubre, pese a los numerosos factores de ventajismo que
escapan a nuestro control, no podemos negarnos a examinar con franqueza los argumentos,
evidencias y demostraciones que estos compatriotas han venido exponiendo.
Hay por lo menos tres motivos para que la MUD y el
Comando Venezuela asuman este debate con prontitud. Primero: los compatriotas que denuncian
estos peligros han tenido el mismo rodaje de combate democrático que cualquiera
de los que está sentado en la MUD o en el Comando Venezuela , lo cual les da el
derecho de ser escuchados con atención y respeto. Segundo: el examen honesto y
objetivo de sus argumentos, evidencias y demostraciones no perjudicaría al
campo democrático; por el contrario, si ellos demuestran tener razón, se
tomarían las medidas necesarias para no ir a un matadero fraudulento el 7-O; y
si los técnicos de la MUD les demuestran que están equivocados, aquellos que
actúan de buena fe tendrían que reconocer su error, abandonar su prédica
alarmista y las agendas ocultas quedarían aisladas. Tercero: los millones de
votantes opositores necesitan, de una vez por todas, certezas de que su voto
será contado efectivamente, y otros millones de empleados públicos y
beneficiarios de las misiones necesitan seguridades de que voto será secreto.
A estas alturas, ya no son suficientes las
declaraciones tranquilizadoras del honesto rector Vicente Díaz ni las
seguridades de regular gana que suelen dar los técnicos de la MUD. Aquí estamos en presencia de un tema
central de esta campaña y no se lo puede seguir eludiendo o debatido en
estancos. Evadirlo por arrogancia puede resultar criminal y una abdicación de
la responsabilidad dirigente que la ciudadanía democrática ha puesto en manos
de la MUD, el Comando Venezuela y Henrique Capriles Radonsky.
Sugiero que la MUD convoque a los compatriotas
“electo-escépticos”, si cabe el término para designar a quienes sabemos que
actúan de buena fe, ajenos a ocultas agendas mezquinas, a una revisión pública,
técnica y política, sobre las condiciones existentes para una elección justa y
transparente. Para que allí,
junto a los técnicos más calificados de la MUD y del Comando Venezuela, se
planteen, verifiquen o aclaren una a una las objeciones. Antes de concitar más
sospechas sobre el proceso electoral, como
alguno dirá sibilinamente por ahí, esto despejaría mucho las cosas. Sino
definitivamente, por lo menos en una proporción que requerimos con urgencia.
27/05/2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario