“…aunque
la guerra es el compendio de todos los males, la tiranía es el compendio de
todas las guerras.”
Simón
Bolívar, 17 de diciembre de 1814
Hugo Chávez está mortalmente enfermo; no se
recuperará de su mal y más pronto de lo previsto saldrá de la escena. Esto no
puede seguirse ocultando ni descuidando. Después de 13 años de gobierno
unipersonal, degenerado en una Tiranía, barridas todas las instituciones
públicas y mermadas las otras, el país pronto se encontrará a la deriva y
sumido en una crisis puntual de dimensiones muy peligrosas para su soberanía y
hasta subsistencia como nación. Venezuela puede dejar de ser la que se
constituyó en 1830, luego de la desmembración de la Gran Colombia, y que hemos
conocido hasta este principio del siglo XXI; puede que no mantenga su
estructura territorial ni su conformación de estado único, independiente y con
la vocación de futuro de ayer. No voy a abundar en el alerta pero sí quisiera
recubrir de la mayor seriedad y alarma el llamado de atención que me propongo transmitir
en estos momentos.
Ante esta grave encrucijada se están desarrollando
dos comportamientos políticos para conjurar el futuro inmediato. Por un lado,
el Chavismo, entendido como toda la gama de causahabientes de este proceso
iniciado en 1999, está preparando una transición a toda carrera, manido de su
conocimiento del estado real de la enfermedad de su líder con un solo objetivo:
no abandonar el control del poder y, por el contrario, profundizarlo y
extenderlo a toda la sociedad, totalitariamente, para evitar una cercana
reacción que la libere. En este propósito coinciden tres sectores interesados:
El primero, el Castrismo Cubano, que recibe en los recursos materiales
venezolanos el oxígeno indispensable para mantener su tiranía sobre el pueblo
de Cuba y no puede prescindir de este dominio. Es de vida y muerte. Venezuela
hoy es a los hermanos Castro y sus secuaces comunistas lo que la India fue para
el Imperio victoriano inglés: La Joya de la Corona. El segundo sector es el
constituido por todos aquellos comunistas y similares que ven, por fin, en este
proceso “revolucionario” la razón de ser de sus vidas y prefieren seguirlo sin
reparar en el costo social, económico ni humano que él representa para los
venezolanos. Creen que se debe mantener a toda costa y costo; ya nos
advirtieron el 4 de febrero pasado que “La patria o es socialista o no será
patria”. Es el apetecido camino a su Shangri-La. Y el tercer sector es el conformado por todos
aquellos, civiles y militares, que encuentran en el “proceso” la fuente de su
enriquecimiento y redención social y económica,
que saben cesará cuando pierdan el poder y que no podrán disfrutarlo
allende las fronteras de su presa. Algo de esto ya quedó al descubierto con la
confesión pública del ex magistrado y Coronel Aponte Aponte. Aquí no me refiero
a los rapiñosos de siempre que como rémoras recogen sus bocados de lo que
descuidan los tiburones; esos siempre existirán y tratan siempre de acomodarse
a nuevos actores, cuando los hay. No, me refiero a los que ya no pueden salirse
de la Mafia sino como lo hizo el magistrado correlón: entregando todo al precio
de una vida, vida al fin, en relativa libertad. Son los que no quieren ni
pueden dejar de cabalgar el tigre. Estos tres sectores están dispuestos a todo,
hasta ejercer la violencia, para mantener su poder, y tienen con qué. La reunión de 24 “Colectivos
Oficialistas” en el Parque Central de Caracas, con la asistencia de Henry
Rangel Silva, reseñada en El Nacional de hoy domingo 6 de mayo, es un botón de
la mejor muestra; sólo hay que repasar tres cosas en esa reseña: Las palabras
del guerrillero Julio Escalona, la lista
de las pandillas presentes y la intervención del General Henry Rangel Silva,
con uniforme verde oliva, Ministro de la Defensa. Parece la reseña de un aquelarre
medieval pero ocurrió aquí y ahora, y se va a repetir. Pues bien, este Chavismo
está implementando varios planes para conseguir su fin. Tiene un plan electoral
a cargo del CNE; tiene un plan institucional a cargo del desempolvado Consejo
de Estado; tiene su respaldo judicial a cargo del TSJ; y tiene su plan militar
a cargo del Ministerio de la Defensa y las fuerzas de ocupación bajo el control
cubano, y estos planes los están desarrollando ya, todos en paralelo. Es la
estrategia del perdigonazo: algún plomo alcanzará el objetivo.
Por el otro lado están las fuerzas de la llamada
“Oposición”, con su candidato electo en impecables elecciones primarias; con su
comportamiento apegado a las reglas convencionales de la política tradicional y
sin ánimo de confrontar el esquema legal
que pautan las normas, que sólo ellos siguen en la actualidad; mientras Chávez
y sus acólitos han violado la constitución y toda la pirámide legal del estado
varias veces, la oposición se mantiene ejemplarmente dentro de un juego
democrático, que juega sola y, me atrevería a decir, cada día ante menos
espectadores. No está alertando con la
anticipación debida el desarrollo de la transición inevitable, y parece segura
y confiada en que la historia excusará su inacción. Nadie de entre sus filas
advierte que Chávez está dejando de existir, que debe abandonar formalmente su
cargo, y hasta algunos insisten en pedirle inexplicablemente que se
reincorpore. Nadie exige un CNE transparente y confiable que guíe el proceso
electoral, de darse. Nadie advierte que Jaua no puede asumir la sustitución
constitucional de Chávez por carecer de condiciones y del respaldo nacional
necesario en la coyuntura. Nadie pide la renuncia, no del presidente agónico,
sino del gobierno entero y la conformación de uno de transición, que evite el
baño de sangre con que nos amenaza Fidel Castro. Estamos a las puertas de una
guerra civil, asimétrica por ahora; será una guerra anunciada que matará a
muchos.
Caracas, 6 de mayo de 2012