Maduro duda de la sinceridad de Santos y afirma
que mete puñaladas por la espalda, mientras que Pável Rondón viceministro para
América Latina, poco antes de que
Nicolás fuera nombrado canciller y embajador en Colombia con Nicolás
conduciendo la política exterior, califica la entrevista HCR-Santos “sin
trascendencia…no tiene incidencia sobre la política entre los estados”.
¿Quién tendrá la razón? Si recurro a la doctrina
cristiana debo inclinarme del lado de Nicolás. Recuerdo al Canciller Calvani
invocar en favor de una posición asumida por el Presidente la doctrina de la
gracia de estado, un don especial, como quien dice un toque que la Providencia
deja caer sobre quien tiene la responsabilidad
mayor, que le ilumina en la toma de decisiones siempre complejas y
difíciles para que, los resultados de bien y de mal que ellas necesariamente
traen, graviten con más peso en favor del bien.
Hasta ayer Maduro no se había pronunciado. Los
gritos destemplados los profirieron Jaua y Diosdado. El primero, amenazando con
retirar a Venezuela de las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y
las FARC, aunque no seamos parte en el diálogo sino invitados y no precisamente
por Colombia; y como implicando una reanudación de
hostilidades sin ser beligerantes. El segundo, con lo único que es capaz de
decir, insultos. Pensé que la respuesta de la Canciller María Ángela Holguín
invitando a apagar los micrófonos encontraría eco, pero no fue así, Maduro unió
su voz al coro, usando el micrófono. La hipersensibilidad sigue causando
efectos. Maduro, Cabello y Jaua no pueden oír nombrar a HCR porque
inmediatamente se erizan. Bajo la forma de erizo o la de puerco espín. Atacan,
pinchan y lo que constituye una práctica inveterada de los gobiernos
democráticos como es la de dialogar no solamente con el sector oficial sino con
voceros de la oposición se les hace intragable.
En Venezuela no hay duda sobre la existencia de un
fraude electoral cuya dimensión es lo único que está por establecerse. En el
exterior si las hay, pero están en el proceso de madurar; y así como la
maduración de un fruto verde es llegar a la sazón, la de una duda es llegar a
la certeza; y Maduro, con su obrar y su decir está contribuyendo a la
maduración de su ilegitimidad. No tiene la gracia de estado, que es también
como una prueba de la ilegitimidad.
Caracas, 31 de mayo de 2013
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