El reciente encuentro
privado de Henrique Capriles con Juan Manuel Santos, trajo como consecuencia un
desconcierto general en el manejo de la política exterior de Venezuela. Cuando
quienes detentan el poder tuvieron noticias del viaje que hacia el vecino país
haría Capriles, inmediatamente se encendieron las alarmas y el primer error
consistió en presumir que el encuentro sería con el ex-presidente Uribe. Al parecer
los servicios de inteligencia venezolanos y suponemos que los cubanos, no demostraron
su tan cacareada eficiencia, pues se limitaron a señalar que el encuentro sería
para conspirar con quien no se ha caracterizado por haber sido complaciente con
el régimen anterior ni con el actual.
La sorpresa ha debido
ser mayúscula cuando se enteraron que la reunión sería con Santos y con su
ministra de Relaciones Exteriores, María Ángeles Holguín. Ello bastó y sobró
para que en abierta demostración de la anarquía que existe actualmente en el
país, saltara a la palestra no quien funge de canciller sino el presidente de
la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, para declarar que ello constituía una “bomba”
que podría destruir las relaciones entre los dos países. Jaua, -a quien se le
recuerda no sólo por el hecho de que cuando Chávez trató de designarlo
embajador en Argentina, el finado Kirchner no le otorgó el plácet, sino también
por un “famoso discurso” pronunciado en Barquisimeto, para la inauguración de
unos juegos deportivos- manifestó que el haber recibido Santos a Capriles
demostraba que las más altas autoridades colombianas se encontraban conspirando
contra Venezuela.
Llama la atención que
quienes asumen la vocería del país en esa situación, son los mismos que fueron
derrotados por Capriles en sus aspiraciones a la gobernación del estado
Miranda. La impresión que dan es la de estar resollando por la herida.
Mientras tanto, Nicolás
Maduro, canciller designado por el presidente Chávez, quien se mantuvo en el
cargo desde 2006 hasta 2013, debió haber aprendido al menos los rudimentos de
cómo debía conducirse la política exterior, aun cuando ello no resultaba fácil
en aquellos tiempos en que todo lo decidía la única voz que se oía en el país y
a quien sus subalternos debían obedecer sin derecho a opinar y menos a disentir.
Parece que no “pegan
una”. A la grave crisis política,
económica y social que aparentemente abarca también lo militar, se le une ahora
otra de política exterior. Lo grave es que la última alocución de Maduro al
Alto Mando, parece que fue hecha para tratar de cohesionarlos ante una
“eventual” agresión externa. No parecen recordar que esa es un arma sumamente
peligrosa que casi nunca da los resultados esperados.
Experiencias existen y
son numerosas.
julio.davilacardenas@gmail.com
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