Temía
que la respuesta a ese ruego fuese la que obtuviste porque el destinatario de
tu carta ni que quisiera puede darte otra distinta, que solo la podría dar
quien dio la orden de someterlo a prisión, ahora imposibilitado de dar
cualquier orden. Por eso tu clamor no se enfrenta a la negativa sino al vacío,
a la nada.
Tu
padre es la víctima de un sainete trágico cuyos autores son quienes detentan el
poder desde hace 14 años y hace 10 ordenaron disparar a mansalva y sobre seguro
contra el pueblo inerme; y tu padre expía en la cárcel el crimen que ellos
cometieron porque hasta los autores materiales, que todos conocimos
atrincherados en Puente Llaguno fueron absueltos por la “cayapa judicial” de la
que hoy habla Iris Varela.
Si tu
padre fuera efectivamente culpable del delito de cooperación en esos homicidios sería más fácil para el
gobierno ordenar la aplicación de la medida humanitaria que ningún juez se
atreve a dictar, como tampoco se atrevió Maduro, porque cuando se trata de un
culpable quien la otorga humanamente se eleva, pero siendo un inocente
otorgarle la medida es perder el sustento de la mentira en la cual han vivido y
quieren que viva el pueblo. Se quedarían desnudos ante ellos mismos.
Es
bueno que sepas, aunque estés muy joven, la condición de los que tienes
enfrente. Te lo diré con un ejemplo. Durante la dictadura de Gómez los presos
con los grillos atados en sus tobillos salían todos los días al patio de La
Rotunda para recibir el sol. Hoy no.
Te dije
que tu habías sido un bálsamo para mí, porque tú eres la patria, junto a mi
nieto y miles de miles que vendrán a recuperarla y a rescatarla “del corazón de
la traición a la patria”; y es necesario que sepas esto que te escribo no para
que guardes rencor contra los opresores de tu padre lo que sería un
desperdicio, sino para que sepas que detrás de cada venezolano honrado puedes
ver un padre.
Caracas,
1 de febrero de 2013
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