Después de dos meses de ausencia se dice que llegó
de nuevo. Sin embargo, a su llegada no
hubo los honores militares de recepción como corresponde a su alta investidura.
¿Será acaso que debe interpretarse que no ha tomado posesión ya que no se ha
juramentado, desmintiendo así la doctrina Maduro de la continuidad
administrativa acogida por Luisa? El modo oculto y misterioso de su entrada en
lugar de fortalecer la credibilidad de los voceros, la hace cada vez más pobre
y opaca y por eso se ven en la necesidad de recurrir a la magia.
El supuestamente recién llegado ha dejado de ser
un hombre para convertirse en un fetiche cuya presencia no puede ser advertida
por la población del mismo modo que la de cualquier otro hombre, es decir, con
su presencia pública, o al menos con la de su imagen transmitida públicamente.
Elevado a la categoría de fetiche sirve a los usurpadores para el propósito de
la usurpación y les permite fomentar entre los seguidores el objetivo de la
adoración.
En efecto, se les ha dicho que ha regresado y
aunque no lo han visto manifiestan su alegría, mientas que los usurpadores
arremeten contra quienes nos negamos a aceptar que a los ciudadanos se les
pretenda dar el tratamiento de súbditos sin derecho a información cuando el
gobierno es constitucionalmente “responsable”, es decir, que debe responder al
titular de la soberanía que es el pueblo, como un todo, y no exclusivamente a
los partidarios del fetiche ante quienes tampoco se responde, sino únicamente
se les ningunea y ordena.
A través de la historia de la humanidad los
pueblos en distintas manifestaciones religiosas han rendido culto a diversos
dioses, todos ellos caracterizados como seres cuya entidad es la de un superior
a los hombres que lo adoran. En el caso del cristianismo la encarnación del
hijo en el insondable misterio de la Trinidad, no rebaja al Dios a escala
humana, sino eleva la humanidad a la escala divina.
En el comunismo que predica que la religión es el
opio del pueblo, se busca drogar al pueblo con la droga del fetiche, un ser
humano igual que los demás pero
convertido en Dios por el aparato de propaganda del Estado; y en ese altar
figuran Stalin, Mao, Castro y Chávez.
Caracas, 20 de febrero de 2013
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