Un
quebranto de salud tan repentino como breve me mantuvo en casa durante todo el
día 4 de febrero, gracias a Dios, porque
mi único contacto con la celebración de la efeméride fue el ruido de los
aviones, que me hizo evocar la “efemeridita” del 27 de noviembre. Los golpistas
celebran el golpe y acusan a sus adversarios de golpistas. Hay golpes buenos y
malos.
En
realidad cuando se le pone atención al discurso (por llamarlo de algún modo:
Unamuno dixit) de Chávez pareciera que desde 1830 cuando se produjo la separación
de Colombia hasta el 23 de enero de 1958 hubo una sucesión de gobiernos
originados en ‘el golpe’ contra Bolívar, por el que anatematiza a José Antonio
Páez aunque le haya dado nacimiento a la República de Venezuela, de ahí su
empeño en cambiarle el nombre; y no obstante que Castro, su mentor político, le
destacó la importancia de Páez, pero sus prejuicios infantiles y juveniles de
una historia mal aprendida le impiden reflexionar y salirse de sus clichés.
Esa
continuidad de gobiernos en contra de Bolívar extrañamente se detiene el 23 de
enero pero no porque no continúen rigiendo, sino porque en el discurso chavista
a partir de ahí nace la IV República, la de los gobiernos civiles, división que
los historiadores encuentran arbitraria y disparatada, pero que para mi gusto
es deliciosa, pues la diferencia de la etapa de los caudillos que hablaron de
democracia más por la necesidad de satisfacer al subconciente colectivo que por
gusto propio hacia ella, pero sobre todo permite diferenciarla de esta V, un disfraz
de democracia con vocación anti republicana y totalitaria que se nutre de
comunismo y facismo.
A
esa absurda celebración se le abrió la puerta el 4 de febrero de 1999 con un
desfile de la FAN, que se había hecho tradicional para rendir honor al nuevo
presidente y que por lo tanto debió ser el 2 y no el 4, cuando tampoco se
juramentó para tomar posesión del cargo ya que el contenido del juramento lo
establece la ley y no quien jura, aunque bien mirado, tratándose de un perjuro
es poco lo que agrega.
Entre
las infamias de las que da cuenta la historia de la humanidad y que Borges
compendiara para solaz de sus lectores, ninguna como ésta tiene además la
característica de estúpida. Quieren elevar a victoria la derrota. Es como si
los franceses en su apología de Napoleón en lugar de conmemorar Austerlitz
conmemoraran Waterloo; o que nosotros
los venezolanos en lugar de celebrar Carabobo, celebrásemos los palos que nos
dio Boves en la Puerta.
Caracas,
5 de febrero de 2013
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