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21/7/11

Unanimidades y alcahueterías por Luis Betancourt Oteyza

En esta semana que concluye hoy domingo ocurrieron dos actos que merecen atención por inusuales y evidenciar inconsistencias con la lógica y las formalidades obligadas para su justificación. El primero que resalto es el show protagonizado por dos obispos de nuestro episcopado con asistencia, entre otros, de Chávez en su calidad de enfermo. Creo recordar, como alumno ignaciano de los jesuitas, que para impartir los sacramentos, en particular la santa comunión, se requieren condiciones de fondo del receptor, y de forma en el acto, y que su inobservancia anulan el acto y, lejos de otorgar beneficios al creyente, lo convierten en sacrílego, y a los oficiantes en cómplices o igualmente sacrílegos, si se prestan conscientes al adulterado rito. La primera de esas condiciones es que el pretendido beneficiario sea un creyente a carta cabal, sin esguinces blasfemos o heréticos ni practicante de ritos ocultistas; no puede ser seguidor de religiones sincretistas ni fiel a “los espíritus de la sabana”. La segunda, es que debe pedir perdón de sus pecados, sobre todo cuando han sido de comisión pública y notoria, manifestar de intención y hechos su arrepentimiento, y comprometerse a intentar un propósito de enmienda, a no incurrir de nuevo en esos errores o pecados, y, lo más importante, resarcir los daños causados, devolver lo apropiado y liberar los presos políticos. Pero resulta que el Chávez del martes 12 de julio pasado no lo vimos manifestando su arrepentimiento por los males causados a los venezolanos, como los 170.000 asesinados por su indolencia, su incitación al odio y su justificación pública a la comisión de delitos bajo la excusa de la necesidad, como cuando inauguró su mandato en el aquel desfile militar celebratorio de su fallido golpe del 4-2, en la cara de la entonces Presidente de la CSJ; tampoco arrepentirse de los soldados y civiles caídos por su felonía golpista; ni le hemos visto y sentido manifestando propósito de enmienda por tanto daño injusto causado a personas y bienes durante su largo mandato, sino proponiendo y amenazando con más destrucción. Se podrá afirmar que a lo mejor esos gestos rituales ocurrieron en privado pero es que el acto religioso fue intencionalmente público y a eso se prestaron los obispos Moronta y Sánchez, luego éstos han debido, so pena de escándalo sacrílego, exigir que la actuación completa de las formas fuera también invocada ante todos. Los curas al prestarse a la farsa fueron cómplices de un engaño y coprotagonistas del sacrilegio. Todo sonó a alcahuetería curera.

El segundo hecho que me veo obligado a comentar es la unanimidad de los diputados en la concesión del permiso ad-infinitum para que Chávez se fuera a tratar su grave enfermedad a Cuba. Elegimos a 67 diputados por la oposición para que hicieran cumplir la constitución y las leyes, para que hicieran contrapeso con su minoría a la apabullante mayoría mecánica que maneja Chávez. El permiso para el viaje debe responder a una solicitud con precisión de fechas para su salida y regreso, si no, no es una autorización constitucional sino una sumisión a la arbitrariedad. Visto el motivo alegado, se ha debido exigir el informe médico sobre la dolencia, tratamiento y su tiempo, no por malsana curiosidad sino para evaluar si se estaba ante una ausencia temporal del cargo y prever los mecanismos constitucionales. Nada de esto se hizo para condicionar el voto. Y además, ¿qué mensaje se le está dando al gremio médico venezolano, a sus enfermeras y técnicos? ¿Cuál reconocimiento a nuestros hospitales, públicos y privados? El patriotismo no es desfile de disfraces. Hay veces que la unanimidad también es alcahuetería.

Caracas, 17 de julio de 2011.


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