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7/7/11

EJÉRCITO ROJO SIN STALIN por Luis Betancourt Oteyza

Los que tuvimos el interés y la paciencia de ver por televisión
el desfile militar realizado ayer en Los Próceres, pudimos
constatar la puesta en escena de un aberrante espectáculo
destinado a humillar a los venezolanos y en particular a las
Fuerzas Armadas Nacionales. No fue tan solo un show,
intrascendente y ridículo, como ligeramente algunos han
observado. Fue la conclusión de una operación de propaganda
política montada con la excusa de la celebración de una
efeméride patria únicamente para ensalzar la figura de Chávez,
en el mejor ejemplo de culto a la personalidad que se ha realizado
en Venezuela. El ritual, el escenario y sus acabados, los disfraces
y, sobre todo, las palabras emanadas de los guiones declamados
por los locutores militares, exaltando al socialismo sectario y la
revolución chavista, excedieron cualquier manifestación anterior
de ofrenda a nuestros tiranos históricos.
Pio Gil se hubiera asombrado y avergonzado del grado de
postración, y embelesamiento de los acólitos de Chávez, y del
abuso perpetrado con los militares venezolanos. La figura del
General Alcalá Cordones sobre el más grande blindado del
mundo, con un atuendo revestido de los adornos más insólitos
será recordada por muchos años como ejemplo de la adulancia y
la ridiculez más extrema: la boina roja, los guantes rojos, la
bufanda roja, las mangas rematadas en rojo y bordadas en oro,
el fusil rojo y todo aderezado, como una ensalada exótica,
por un cúmulo de medallas, nacidas de sus valientes gestas
de obsecuencia, nos recordó a aquel tragicómico dictador de
Uganda, Idi Amin Dada, “Señor de todas las bestias de la tierra y
de los peces del Mar”, como se auto designó, para beneplácito de
sus felicitadores.

Vimos una exposición del derroche más irresponsable en
vestuario, banderolas, armamento y carrozas que clama a la
justicia ante tanta necesidad social. Equipos bélicos sofisticados,
suministrados por rusos, bielorrusos y chinos, que no se usarán
jamás en la defensa del país antes de convertirse en obsoleta
chatarra; batallones de manuelitas, de milicias campesinas
fantasmas, de mujeres de rojo con botas invernales blancas,
de burócratas rojos, etcétera, etcétera, todos inventados para
la ocasión; fue más que una exageración un delito de corrupción.
No obstante, lo más triste del desfile fue ver y oír cómo se obligó
a nuestros oficiales y soldados a marchar al trote cantando a
un socialismo que rechaza más del 90% de los venezolanos.
La cubanización lograda por los mandos impuestos desde La
Habana se manifestó con desparpajo en la humillación escenificada
por los soldados venezolanos; agria venganza por sus gestas
gloriosas de los años 60, cumplidas en defensa de la soberanía
y la libertad de Venezuela ante la invasión castrocomunista.

Pero todo lo frustró el destino. El homenaje y coronación quedó
para los segundones, incluyendo los chulos dignatarios de primera
fila. Nuestro Stalin no pudo asistir. Todo ese dineral gastado en
polainas rojas y tanques rusos no fue para él. La naturaleza lo
venció y lo dejó trancado detrás del balcón de Miraflores.
Se perdió la fiesta, la música, las canciones y el cotillón. Y se lo
perdió para siempre por más que ahora esté inventando el
Campo de Carabobo para el año que viene. Se acabó. Él lo
sabe pero no sabe cómo asumirlo sin que sus secuaces
no entren en pánico, y terminen de raspar sus ollas, con
tanta complicidad concedidas y corran.

Esto también es hora que lo empiecen a asumir los demócratas
y, sin hipócritas manifestaciones de solidaridad ni concursos de
simpatía, se ocupen a programar la reconstrucción del país y la
limpieza de los restos que se les queden por allí al chavismo.
Es la hora de pensar en el futuro y dejar las ambiciones
personales presentes de lado; los que no lo entiendan serán
descartados. Como los pueblos que han sufrido un cataclismo,
debemos, con seriedad y paciencia, organizar desde ya los
equipos que recogerán los escombros de la nacionalidad y
acometerán la reconstrucción de la moral y las instituciones.
Gracias también a la providencia habrá con qué, sólo falta
escoger, con madurez y sindéresis, los quiénes. Ya lo
hemos hecho en otras ocasiones menos dramáticas como
la que nos tocará vivir, pero apelando a nuestros académicos,
empresarios, sindicalistas, políticos, militares y venezolanos
de valía, lo lograremos. Hay luz.

Caracas, 6 de julio de 2011

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