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17/1/13

El silencio en la OEA por Oswaldo Páez-Pumar


Resulta fácil explicar la intervención del embajador Chaderton en la OEA, pero absolutamente innecesario porque se trata de un vasallo. También es fácil explicar la “solidaridad” con Venezuela de los embajadores de otras naciones que temen que un cambio de gobierno, implique un cambio en la largueza con la cual Chávez administra el presupuesto nacional en favor de sus seguidores internos y externos.

La actitud del embajador Guillermo Cochez, luchador por la democracia, merece reconocimiento. Me atrevo a señalar que encuentra raíces en la solidaridad que para con Panamá- entonces bajo la égida militar- tuvo Venezuela con su política de “institucionalización de la libertad y la democracia en el continente”, que sin duda ayudó a alcanzar la democracia de la que hoy disfruta su patria; y por eso le duele lo que ocurre en Venezuela.

Que el tema de lo que ocurre internamente en cada país se aborde con cierta cautela también es  explicable, porque el principio de la no intervención que nació como un escudo de protección a la soberanía de los pueblos, no de sus gobiernos, en los tiempos de la gestación del imperialismo y el colonialismo gravita todavía enormemente no tanto en la visión de la comunidad internacional, como entre los actores políticos que temen ser mañana víctimas de la subordinación del mismo al derecho del ser humano individual y de los pueblos a la libertad.

Es así como la OEA no puede evitar tener entre sus objetivos la protección de los gobiernos que designan los embajadores que conforman con el Secretario General la asamblea. Eso explica incluso como, sin tomar en consideración la constitución de cada país, la separación del cargo de quien detenta el poder ejecutivo, se considere un golpe de estado. Los embajadores nombrados por el poder ejecutivo llevan instrucciones de sus poderdantes para que condenen la separación del cargo del titular del poder ejecutivo (el presidente) por el poder judicial (caso Honduras) o por el poder legislativo (caso Paraguay). Esto explica, aunque solo en parte, el silencio.

La otra parte se explica porque la democracia no se origina en la naturaleza del hombre, sino en su educación y disciplina para someter al animal que lleva adentro; y que al igual que en el mundo de las fieras pretende imponerse a todo el rebaño. A veces pienso que mucho gobernante demócrata envidia en su subconsciente a los tiranos.

Caracas, 17 de enero de 2013

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