Este modelo de guerrilla en el sistema se observa
en varios países de la región incluyendo a Centroamérica, que con fondos y
asesoría de ALBA van socavando los pilares de la democracia sin permitirle
consolidarse.
Juan José Monsant
Aristimuño / Exembajador venezolano en El Salvador. El Mundo, Sv. Viernes 27, septiembre 2013 | 6:55 pm
Siguiendo la estrategia trazada, Chavez, desde el inicio de su gobierno,
convocó un referéndum para una nueva constitución que se realizó el 25 de abril
del 99; con el resultado refrendario convocó para el 25 de julio a una nueva
elección para elegir a quienes integrarían esa constituyente que, una vez redactado
el nuevo texto constitucional, convocar otra elección para su aprobación que,
entre sus conceptos más significativos, figuró la sustitución del congreso
bicameral por el unicameral, el período presidencial fue elevado de cuatro y
cinco años, se introdujo la reelección presidencial continua por un
periodo, se creó la figura del Vicepresidente por designación presidencial
y se cambió el nombre a Venezuela por el de República Bolivariana
de Venezuela.
Lo demás vendría después, bajo leyes habilitantes se aprobó la
reelección indefinida, se crearon las comunas, las milicias armadas, se le
quitaron potestades al Banco Central, se modificaron los circuitos electorales,
la estructura del Tribunal Superior de justica y se logró la concentración de
las decisiones en el Poder Ejecutivo; finalmente se difuminó la clásica figura
de Montesquieu y la Ilustración, fundamento de la democracia, sobre el
equilibrio e independencia de los poderes republicanos, a tal punto que la
propia Presidenta del Tribunal Superior de Justicia, Luisa Estela Morales,
llegó a afirmar en su momento: “es necesario revisar ese concepto anacrónico de
la separación de poderes, en aras de los fines de la revolución”.
A partir de los años sesenta la Unión soviética, en su estrategia de
contrarrestar el poder de los Estados Unidos y su pretensión de instaurar el
sistema comunista a nivel mundial, se volcó en apoyar los movimientos
insurgentes latinoamericanos bajo la influencia de la triunfante revolución
cubana que, bajo la conducción de Fidel Castro pretendía convertir a la región
en “un, dos, tres Viet Nam” como vaticinaba el Che Guevara, antes de caer en
Bolivia.
De allí surgió la Primera Conferencia Tricontinental realizada en la
Habana en enero de 1966, con el fin de coordinar la lucha guerrillera contra
las democracias burguesas. Y se fueron al monte, no para liberar, sino para
imponer un modelo de vida basado en el marxismo leninismo, estatización de los
medios de producción, eliminación de la propiedad privada, sustitución de la
democracia por el estatismo, partido único, abolición de la vida espiritual
representada en la religión, totalización del pensamiento, y la prevalencia del
Estado sobre el individuo.
Y fracasaron, en el monte fracasaron. Los sandinistas obtuvieron el
poder total, a partir del apoyo moral y material de la comunidad internacional
contra la cruenta y vetusta dictadura de los Somoza y, por la ambición
despegada de la realidad del Presidente del Congreso Francisco Urcullo
Maliaños, quien se encargó del Ejecutivo cuando Somoza huyó al exterior, para
luego incumplir el pacto de trasladar el poder a una Junta de Gobierno
previamente negociada, representativa de todas las fuerzas involucradas
en el derrocamiento de la dictadura. El resto es historia conocida, o material
para una narrativa más amplia.
Y Allende, traicionó la democracia que lo llevó al poder al intentar
imponer por la fuerza y desde el gobierno, la revolución comunista que Fidel le
inspiraba y respaldaba. Ya se sabe como terminó, y la tragedia en que
sumió a su país.
Chavez lo hizo diferente, contrario a su oferta electoral y asesorado
por los hermanos Castro, decidió que había que darle tintes de legalidad a su
gobierno revolucionario; es decir, destruir desde dentro el sistema
democrático: La guerrilla fuera del monte, inserta, mimetizada con el sistema,
controlando los poderes, las instituciones, los medios de comunicación, el
sistema bancario, financiero, la educación y las fuerzas armadas.
Creando uno, dos, tres Viet Nam bajo el manto de la legalidad de sucesivas
elecciones, preparadas y controladas con modernos medios automáticos, aportados
por empresas de nombres sugerentes de adelantadas tecnologías, que aportaron el
rostro y los hardware, mas no el software vital. Todo con la ayuda oportuna de
esa arma poderosa llamada petróleo, ante el cual se rendía la comunidad
internacional capitalista o no.
Así nació la reelección, la difumición de los poderes púbicos, la
concentración del poder total en manos del líder ideológico de la revolución
marxista, llamada eufemísticamente Socialismo del Siglo XXI, hoy convertida en
dictadura vestida de verde olivo controlada desde Cuba y por ésta, aliada
de los más connotados criminales internacionales, y con el dudoso título de
Estado narcotraficante.
Por los momentos los guerrilleros se visten de seda, lucen Rolex, sus
damas carteras Vuitton, autos de lujo y tarjetas Platinum plus. Este modelo de
guerrilla en el sistema se observa en varios países de la región, incluyendo a
Centroamérica que, con fondos y asesoría de ALBA, van socavando los pilares de
la democracia sin permitirle consolidarse, conduciendo a la apatía y decepción
a sus pueblos, para luego dar el zarpazo final, con elecciones que se
eternizan.
Se llega, ahora, a la
revolución, al comunismo del siglo XXI, por otros medios, menos heroicos pero
más efectivos.
jjmonsant@gmail.com