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27/6/12

Rebelarse con el voto por Luis Betancourt Oteyza


Es difícil opinar con prudencia en estos días. Se siente la limitación de lo que llaman eufemísticamente “lo conveniente”. Confieso que en toda mi trayectoria de lucha por ideales y postulados no he sido amigo de esos frenos y siempre he pensado que seguir el instinto que nace de la convicción, por más arriesgado que parezca, siempre da resultado favorable para el objetivo supremo, aunque no para el beneficio propio, y quizás por ello me puedo vanagloriar de tener una conciencia más satisfecha y mejor nutrida que un curriculum de posiciones políticas. Buenos maestros nos enseñaron una política ética, testimonial, a pesar que esa conducta favoreció ambiciones rastreras de los que parecían grandes hombres. Ejemplos de venezolanos democratacristianos como Lorenzo Fernández, grande hasta lo inconveniente; Alberto Palazzi, auténtico hasta el sacrificio personal; Luis Herrera Campins, leal y tardíamente encontrado; Arístides Calvani, neuróticamente recto en la dignidad del cristiano militante en la política, y tantos otros que nos desbrozaron el camino para empujarnos en el andar de la lucha sin cuartel por la libertad, la justicia y el honor en la Política y en la política, y nos dejaron huellas que no podemos hoy desdeñar por lo conveniente ni lo oportuno. La consigna del apostolado lanzada por Pio XII nos retumba y compromete a muchos todavía: “La Política es la más excelsa actividad de la caridad”.

Esta extraña introducción, no acostumbrada en el torbellino de un desahogo, me resultó necesaria para afrontar dos temas que me atormentan y me invitan al reto: El fraude que se ha preparado y se desarrolla desde el CNE para voltear, una vez más, la voluntad de los venezolanos, civiles y militares, en las próximas elecciones del 7 de octubre y la actitud que frente a este hecho incuestionable mantienen los llamados a liderar la liberación de un pueblo libertario pero sometido por tiranuelos y alcahuetas.

Frente al tema del fraude, que todos conocemos y sentimos, hay en la llamada oposición dos actitudes y raras razones para sostenerlas. Los que piensan que hablar del tema estimula la abstención, desanima a los votantes; que es mejor no hablar de la peste para que el pueblo no sepa de qué va a morir pero que se mantenga la calma y no se vaya a levantar un “ajeno”, que restablezca el orden natural de las cosas, o lo que llama un buen amigo, instaure una Dictadura Restauradora, sin reparar que con esa excusa iremos al matadero, derrota de donde entonces surgirán “otras campañas” para los que piensan que  manejan las cosas detrás de las bambalinas y todo se reduce a cuotas de poder y negociar.

Esos que piensan que si pierde Henrique Capriles pierde él solo y sale del juego, no que perdemos todos los venezolanos de buena voluntad, que abrirá campo a algún otro que se siente en el derecho de cosechar esta campaña para otra más macerada; que el mundo no se acaba ahora y que bien vale un negocio de mercado negro en la política mientras otros se juegan el tipo.

Y los que pensamos que tenemos la obligación de denunciar todo lo que está pasando, y lo que estos malandros bolivarianos rojitos están en disposición a hacer, por orden de sus amos fidelistas, e ir preparando la reacción de un pueblo que saldrá a votar y a reclamar su voto; que no basta con ir a votar ni llamar a votar sino que hay que preparar la rebelión de los votos, que se trata de incitar a la ciudadanía, civil y militar, no a votar sino a rebelarse con su voto. Que no aceptaremos un apaciguamiento de última hora; que le daremos la espalda a la maniobra “sensata”, a la prudencia y que diremos un ¡Ya basta! Un ya basta a la maniobra que nos quiere mantener bajo la férula de los peores, que quiere seguir desnaturalizando a nuestras FAN, poniéndolas al servicio de poderes extranjeros y narcotraficantes, que quiere mantener a Venezuela al servicio de la Cuba castrista, que quiere que no seamos más venezolanos. Pues no, algunos queremos denunciar las maniobras de allá y de acá, porque queremos ser libres y que Venezuela sea de los venezolanos.

Caracas, 24 de junio de 2012, en recuerdo de la Batalla de Carabobo.

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