Circulan
por Internet las palabras del ministro Giordani con ocasión de una entrevista
suya con el General Lameda tiempo atrás, sobre la necesidad de disponer de
treinta años para implantar el socialismo, pues solo sería posible, cuando los
nacidos y criados en la pobreza
percibieran esa realidad como natural. En ese empeño en la URSS Lenin y
Stalin y sus sucesores, menos notorios pero no menos criminales, emplearon 72
años infructuosamente de 1917 a 1990. Castro va a cumplir 54 en Cuba, en el
mismo empeño por lograr lo que Giordani aspira a implantar en Venezuela en 30.
No vale la pena mencionar las hambrunas que generaron Mao y Pol Pot en China y
Cambodia, con el mismo predicado, porque en nuestra cercanía Castro tiene el
mérito de haber originado una verdadera epidemia en la vista de los cubanos
cuyo origen fue una desnutrición generalizada. Las tarjetas de racionamiento no
fueron capaces de vencer la desnutrición. Que se sepa, nunca, ninguno de los
hermanos Castro hizo uso de la tal tarjeta. Quizá sacrificándose para dársela a
alguno más necesitado.
Milovan
Djilas percibió este fenómeno hace mas de medio siglo y escribió “La Nueva
Clase” un libro que no es otra cosa que la descripción de como los miembros del
partido comunista, en este caso el yugoeslavo, teóricamente el más suave de todos los “socialismos” del momento, se
hacían no solamente de toda la autoridad sino de los bienes del Estado para
decidir sobre su manejo, conformando “la nomenklatura”, la nueva clase, algo
así como los boliburgueses o el PSUV, que tenía a su cargo ejecutar el proyecto
de esclavizar al hombre concreto, al que necesita la carta de racionamiento,
mientras llega el momento de la redención de la humanidad, abstracta, que no
requiere ni comer, ni vestirse, ni hospedarse, ni educarse.
El
ministro Giordani es un hombre instruido, un egresado de la Universidad
Central, es decir, con credenciales académicas que lo colocan en un sector
privilegiado de la población, ese que asiste a la Universidad y que en el decir
del nuevo régimen, es una creación de la revolución porque los venezolanos
antes de la llegada del iluminado de Sabaneta no teníamos esas posibilidades,
que ahora se brindan con tal despliegue de eficiencia que los títulos para los
cuales se requería antes más de un lustro de estudios se logran en un par de
años. Pero la ilustración no está necesariamente en pugna con el cretinismo,
esa enfermedad que se caracteriza por un peculiar retraso de la inteligencia,
porque lo que el ministro nos propone es similar a lo del isleño que pretendió enseñar a su caballo a vivir sin comer; y
cuando el noble bruto estaba ya a punto de aprender, se le murió.
Caracas, 8 de noviembre de 2012
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