Después
de oír al Coronel y abogado Eladio Aponte Aponte el miércoles 18 pasado por
Globovisión, en la sensacional entrevista que le hiciera la periodista Veriuska
Velasco, sentí al igual que una gran mayoría de ciudadanos, venezolanos y
extranjeros, que nos acompañan y trabajan con nosotros, vergüenza, rabia y
tristeza por Venezuela; digo mayoría, que incluye a seguidores de Chávez
todavía, pues estoy seguro que una minoría, de venezolanos y extranjeros que
aquí se encuentran en sus “misiones”, lo que sintieron fue un gran miedo, miedo
de haber sido descubiertos y en evidencia por uno de ellos. Fue un primer
testimonio brutal; vendrán otros, más comprometedores para políticos y
militares corruptos. Quedará sin velo una de las traiciones más asombrosas que
se le han hecho a nación alguna en la historia. Ni siquiera la entrega de
países de Europa a Hitler durante la Segunda Guerra se puede equiparar a la que
se ha ejecutado bajo la sombra del engaño de Chávez y sus cómplices. En el caso
de esos gobiernos europeos se actuó abiertamente por fanatismo u obligados por
la derrota, como la Francia de Vichy que lastimosamente entregó un héroe de la
Primera Guerra e inspiró al gran Churchill aquella demoledora frase: “Os dieron
a elegir entre el deshonor o la guerra, elegisteis el deshonor pero tendréis
guerra”. Aquí nos han deshonrado y nuestra recuperación como República soberana
nos puede costar mucha más sangre que la ya derramada, no nos engañemos.
La
“confesión” arrancada con gran profesionalismo y valentía por la periodista
Verioska, porque hace falta valor de mujer para dirigir el develo del horror
que vivimos por obra de unos delincuentes colocados en el gabinete y en las
FAN, ha tenido hasta ahora dos reacciones: La del gobierno, por boca de los
hasta ayer camaradas del magistrado Aponte, que han quedado al desnudo en sus
fechorías y han optado de entrada por llamarlo traidor, como pandilleros dolidos
que se resienten del soplón; luego lo pensaron mejor, y visto que eso los
inculpaba más, cambiaron a llamarlo prófugo, sin que mediara ningún proceso
judicial en su contra, cuando reo no puede ser sino una persona acusada y con
orden de captura, lo que hasta esa notable noche no había ocurrido. Después,
como narró Aponte que era común por la gavilla de la Fiscal, la Defensora, la
Presidente del TSJ, del Vicepresidente, bajo las órdenes del “Pran Mayor”,
cuando era de esa pandilla, se buscaron fiscales y a un juez que le abrieran
con presteza una investigación y dictaron una orden de captura, prohibición de
enajenar y congelamiento de bienes, y allanamiento de su hogar, basados en
delitos de menor catadura que de los que ellos están ya señalados. La calificación
de prófugo lanzada apresuradamente por Tareck El Aissami fue una mentira, no lo
era; es una costumbre que tiene para poner a sus víctimas a la defensiva,
patrón que desde Chávez para abajo siguen todos sus ministros y demás
cómplices. El ministro del Ambiente no tiene empacho en mentir cuando asegura
que el agua de Valencia sólo tiene aluminio en dosis menores que una tableta de
antiácido y que toma el escocés de 18 con agua de Maturín; el de Información,
que los asesinados son imaginados y las madres, hermanas y viudas que lloran a los caídos por la
violencia destilada por la boca de Chávez son unas farsantes; el de
Agricultura, que cada día se siembra más y las importaciones de alimentos son
sólo para alimentar los pobres zamuros que viven en nuestros puertos; el de
Defensa, que dirige a las FAN sin interferencia de los cubanos, y así todos y
cada uno de los rojo rojitos. Son una caterva de mentirosos y farsantes que han
hecho del engaño su arte y profesión. Acusan a Aponte no por lo que confesó haber
hecho con ellos, no; eso sería confesar también y perder las posiciones que
jamás hubieran alcanzado en un régimen decente. Una de las tareas que nos
esperan cuando esto termine, porque se les está acabando, será averiguar de
dónde salieron y cómo se montaron en las altas dignidades de la República
semejantes forajidos y mediocres; labor para sociólogos, antropólogos,
sicólogos e historiadores del mundo entero.
La
otra reacción ante el concierto Aponte es la que al fin han enarbolado algunos
voceros de la oposición, interpretando la indignación y cólera de la mayoría
decente, que es la de exigir que se investiguen los delitos confesados y
cometidos por los autores intelectuales y materiales, que los hay, porque nadie
puede creer que las barbaridades narradas fueron actos individuales. El “Combo
Moral”, el Alto Mando militar, la tramoya de jueces y fiscales, y Chávez y su
Vice, han sido señalados con abundancia de casos concretos que las hace reos de
delitos específicos. Han ordenado juicios para condenar inocentes con cobarde
ensañamiento. Han ocultado responsables de tráfico de drogas, convirtiéndose en
cómplices del delito. Han perseguido y destituido a jueces probos. Han acosado
con los tribunales a periodistas y ciudadanos para sembrar terror entre los venezolanos.
Estos no son sino una parte, la vinculada al manejo de la (in) Justicia, faltan
los asesinatos, negociados, robos, espoliaciones a industriales y comerciantes,
el despilfarro de nuestros recursos en beneficios de dictaduras afines y
malandros confesos como Zelaya. El problema es que en estos momentos todavía no
hay instituciones ante las cuales procesar a la pandilla roja rojita y se corre el riesgo de que, advertidos como
ya están por la delación de Aponte, se dediquen el poco tiempo que les queda en
el poder para ocultar evidencias y pruebas de sus desafueros por lo que la
oposición debe plantearse con seriedad una transición anticipada, logrando la
renuncia del Tirano y sus secuaces. Se impone la constitución de un gobierno de
emergencia que garantice un proceso electoral transparente y limpio, regido por
autoridades imparciales y respetadas, soportado por unas FAN dirigidas por
oficiales dignos, con el apoyo y el cariño de la Venezuela decente y patriota.
Hemos tenido ejemplos en la historia reciente: Wolfang Larrazábal y Ramón J.
Velázquez supieron cumplir y en la cantera de la patria hay otros con las
condiciones para emularlos y conjurar la guerra civil que se asoma tozudamente
en nuestro horizonte. Como los llaneros de Páez, sepamos ser del tamaño del
compromiso que nos reta.
Caracas,
23 de abril de 2012
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