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20/4/12

La salud del mandatario por Humberto Maio Negrete


En una ocasión Sir Winston Churchill señalaba que “el estado físico y mental de determinados dirigentes políticos, oficiales y almirantes, revelan problemas de salud que afectan su vida y su honor y que perjudican de ese modo, directamente, a la seguridad del estado y al bien colectivo”.
Hoy en nuestro país reina una total incertidumbre, tensión e inseguridad sobre nuestro diario acontecer, y peor aún, estamos presenciando una progresiva y hasta ahora indetenible desintegración de la patria como estado soberano, libre e independiente,  consecuencia de la gestión de un régimen de oprobio,  deslegitimado definitivamente  dada su inconstitucionalidad, ineficiencia y corrupción generalizada, agudizado todo este cuadro por la enfermedad grave y definitiva del jefe del régimen.
Nuestra historia nos ha demostrado fehacientemente, que una cantidad respetable de dirigentes políticos y militares que han asumido la primera magistratura del país o han ocupado cargos de relevancia y responsabilidad, no estaban en condiciones físicas y especialmente mentales, para desempeñarse con acierto y eficacia, ni  tomar las mejores decisiones en función del bien colectivo y del interés nacional. Esto nos debe llevar necesariamente a la imperiosa necesidad, de establecer en lo inmediato mecanismos legales que prevengan la llegada al poder de un enfermo físico y quizás también la de un enfermo mental, ó que ocurra la confluencia de ambas deficiencias  tal y como nos acontece en los actuales momentos. Si todo aspirante a ejercer su profesión tanto en el ámbito civil como en el militar debe someterse a rigurosos exámenes médicos, físicos y psicológicos, con más razón el futuro jefe de estado y comandante en jefe de las fuerzas armadas,  cuyas responsabilidades son mucho mayores y cuyo estado de salud atañe a los intereses de toda la comunidad nacional, debe pasar al menos, por los mismos exámenes exigidos a otros con menos responsabilidades.
Estas consideraciones deben llevarnos a algunas reflexiones sobre el origen de la voluntad de poder. Diversos especialistas y psiquiatras han advertido sobre la personalidad sicopática del jefe del régimen, así como su estructura biológica y mental, que están indefectiblemente perfiladas y evolucionadas para el conflicto desde su niñez, situación que se agrava sin duda alguna dada su ideología y militancia castro-comunista.
En estos casos la toma y el ejercicio del poder aparece como una compensación de intensas frustraciones sufridas desde la infancia, la más importante,  la del niño abandonado y rechazado, hasta la no culminación o frustración de una carrera exitosa. El poder se vislumbra de esa manera como una terapéutica, incluso como una droga, una panacea por las frustraciones sufridas,  y se comprende entonces esta necesidad de dominar a los hombres, de gobernarlos y hacerles soportar la ley del desquite. Estos individuos,  no van a admitir nunca abandonar el poder, como consecuencia de los diagnósticos y comprobaciones médicas y más aún cuando se sienten iluminados para la implantación de un régimen totalitario y excluyente ; en consecuencia se les debe desplazar, destituir o anular porque para ellos el poder es sagrado e irrenunciable. Pareciera que son pocos los dirigentes que se plantean seriamente la imperiosa y urgente necesidad de salir del enfermo para salvar a la patria y de establecer y afianzar cada vez más los mecanismos democráticos para que el poder no se convierta en abusivo y usurpador, además de  impedir que toda una nación viva en la incertidumbre e inseguridad permanentes.
Debemos entender claramente que el ejercicio del poder en nuestros países en algunos casos,  con frecuencia suele convertirse, repito, en una droga y en un recurso de desquite y opresión. En consecuencia el estudio y la permanente evaluación de la salud física y mental, así como de los  proyectos políticos de un mandatario constituyen una prioridad para la  legítima defensa de los ciudadanos.
Caracas 19 de abril de 2012

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