He tenido la fortuna de leer un artículo de Yoanis
Sánchez, la disidente cubana. Todo el artículo está lleno de hermosas verdades,
pero lo que más me cautivó fue esta frase: “yo aprendí hace tiempo que la mejor
vía para despistar la “seguridad” es hacer público todo lo que pienso, no
esconder nada”. Yo me crié con esa premisa. No solo en la educación escolar
donde decir la verdad era altamente estimado, sino en la familiar, donde eran
aún más estimados los tres años de grillos y Rotunda que le costó a mi padre escribirle
a J.V. Gómez “… es de hombres, y de honradez y patriotismo, decir lo que se
siente, escribir lo que se piensa y cualesquiera que sean las consecuencias
autorizarlo todo con la propia firma”.
La historia está llena de estos decires. No hace
mucho en la prensa el doctor Rafael Muci Mendoza, enfrentando la práctica de
los correos electrónicos que ordenan que se borre el nombre del remitente,
antes de hacer el reenvío, pedía que el suyo no se borrara, que se supiera que
era él quien escribía.
Muchos años atrás Francisco de Quevedo en su
Epístola Satírica y Censoria plasmó el concepto en estos dos aleccionadores
tercetos: “No he callar por más que con el dedo/ ya tocando la boca ya la
frente/ silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu
valiente/siempre se ha de sentir lo que se dice/nunca se ha de decir lo que se
siente?”.
Escribo esas pequeñas reflexiones porque me parece
que la causa que originó esa práctica, junto con la de la remisión con copia
oculta, perseguía el objetivo de evitar la interferencia de los correos por
parte de los “hackers”; pero no pudo ser nunca hacer de nuestros escritos y
opiniones una suerte de panfletos anónimos.
Desde hace muchos años, acostumbrado como estoy por
mi profesión de abogado a recibir información confidencial y a tratar mis
respuestas con la misma condición, formulé para mis escritos no profesionales
una presentación antinómica que dice así: “este no es un documento legal ni confidencial
aunque si emitido por un escritorio de abogados, mejor dicho por uno de sus
miembros. Su contenido si puede ser usado, copiado o divulgado.”
Desgraciadamente, carezco de la disciplina para que
todos mis escritos, expresión de hombre libre, se transmitan con la fórmula
citada y muchas veces circulan en el formato propio de la presentación de mis
trabajos profesionales, pero quiero decirle a todos aquellos a quienes pueda
llegarle éste o cualquiera otro artículo contentivo de mis opiniones, por envío
propio o por recibirlo de un tercero, que pueden reproducirlo, citarlo o
glosarlo sin ocultar mi nombre.
Invito a mis compatriotas a hacer suya la práctica
de Yoanis. Hay riesgos. Mi tocayo Oswaldo Álvarez Paz los sufrió, pero fue
tanta la fuerza de la presencia de quien no teme decir la verdad, que los
jueces caracterizados por su autonomía del poder ejecutivo, “decidieron por sí
solos” aplicar la Constitución y juzgarlo en libertad.
Es el gobierno el que está lleno de temores, el de
Chávez y el de Castro, por eso es el despliegue de represiones y amenazas como
lo denuncia Yoanis, que señala que “Raúl Castro ha incrementado la policía
política y la ha equipado con la más avanzada tecnología para monitorear la
vida de sus críticos”. Ayudémoslo a conocer lo que pensamos.
Caracas, 11 de
octubre de 2011
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