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15/3/11

Escuela para tiranos

Cómo se convirtió Gadafi en maestro de una generación de dictadores

Douglas Farah
Foreign Policy

http://www.fp-es.org/escuela-para-tiranos

El coronel Muamar el Gadafi es hoy famoso por los abusos
que ha cometido con su pueblo durante más de cuatro
décadas de Gobierno brutal en Libia, pero pocos recuerdan la
amplia campaña de matanzas y actos terroristas que orquestó
en África occidental y Europa cuando estaba en el apogeo de
su poder.

Tampoco se conocen bien su reciente alianza con el
venezolano Hugo Chávez ni su larga amistad con el
nicaragüense Daniel Ortega, dos presidentes muy ocupados
en la labor de pisotear sus respectivas constituciones y
progresar hacia una dictadura. Y suele ignorarse el hecho
de que estos tres gobiernos apoyan a las Fuerzas Armadas
Revolucionarias de Colombia (FARC), un grupo terrorista que
produce más de la mitad de la cocaína mundial y dos tercios
de la que llega a Estados Unidos.

Ortega y Chávez son dos de los pocos dirigentes que han
defendido públicamente los ataques del líder libio contra su
propio pueblo y que le instan a resistir y librar una última
batalla revolucionaria. En 2004, Gadafi otorgó a Chávez el
Premio Internacional el Gadafi de Derechos Humanos, creado
por él mismo. El líder venezolano, que, a su vez, concedió la
máxima condecoración civil de Venezuela a Gadafi en 2009 y
le comparó con el libertador suramericano Simón Bolívar, se
ha ofrecido ahora a mediar en el conflicto libio. Hasta ahora,
el único que parece haber aceptado la oferta es el propio
coronel.

Los vínculos de Gadafi con varios de los regímenes y
movimientos armados más represivos se establecieron en
los 80, cuando estaba considerado como una de las mayores
amenazas terroristas del mundo. Rebosante de dinero del
petróleo, Gadafi organizó una campaña de entrenamiento
para individuos que acabaron siendo los señores de la guerra
más brutales de gran parte de África, un legado que dejó una
región asfixiada e inestable.

El Centro Revolucionario Mundial (CRM) de Gadafi, próximo
a Bengasi, se convirtió, como escribió el especialista Stephen
Ellis en su libro de 2001 The Mask of Anarchy, en “el
Harvard y el Yale de toda una generación de revolucionarios
africanos”, entre ellos, muchos de los tiranos de más triste
fama del continente. Allí, unos campamentos levantados en
el desierto acogían a reclutas de distintos países que recibían
formación en el uso de armas y técnicas de espionaje, con
cierta dosis de adoctrinamiento ideológico basado en el Libro
Verde de Gadafi. Los cursos duraban de unas semanas a más
de un año, en función del nivel de especialización y el rango
que tuviera cada uno.

Además de africanos, los cuadros de Gadafi entrenaron a
sandinistas de Nicaragua y a miembros de otros movimientos
revolucionarios latinoamericanos, y desarrollaron una sólida
relación con Ortega. Posteriormente, Gadafi estableció una
estrecha relación con las FARC y conoció a sus líderes en
reuniones de grupos revolucionarios que se celebraban de
forma periódica en Libia.

En los 80 y 90, un grupo selecto de discípulos de entre
el alumnado del CRM formó una fraternidad de déspotas
que decidieron apoyarse mutuamente en sus campañas
sanguinarias e implacables para obtener poder y riqueza. Esa
red sigue teniendo hoy una influencia considerable a través de
los miembros que siguen en el poder, como Blaise Compaoré
de Burkina Faso e Idriss Déby de Chad.

El elemento que todos estos matones tan distintos tenían
en común era su actitud antiamericana, que hizo que Gadafi
apoyara a otros dictadores. Su mejor aliado en el continente
era el asesino Robert Mugabe, que, aunque no se entrenó
en el CRM, se ha sostenido gracias a donaciones directas de
Libia y envíos de petróleo subvencionado; sobre todo, envíos
de crudo subvencionado por valor de cientos de millones de
dólares. En los últimos tiempos, las relaciones entre los dos
países son más tensas, porque Zimbabue no puede pagar el
dinero que debe a Libia.

Da la impresión de que Gadafi ha sacado buena rentabilidad
de sus inversiones. Después de intervenir militarmente en
la República Centroafricana en 2001, el presidente al que
protegía, Ange-Félix Patassé, firmó un contrato por el que
daba a Libia una concesión de 99 años para explotar todos
los recursos naturales del país: uranio, cobre, diamantes y
oro negro. En Zimbabue, Gadafi adquirió por lo menos 20
propiedades de lujo después de acudir al rescate de Mugabe;
asimismo obtuvo acciones en varias de las pocas empresas
estatales que seguían siendo viables.

Pero fue en África occidental donde más se notaron los
primeros efectos de la ambición de Gadafi. Liberia, el bastión
de Estados Unidos en la zona durante la guerra fría, interesó
de manera especial al líder libio, sobre todo después de que el
presidente Ronald Reagan ordenase en 1986 un bombardeo
en el que murió una de las hijas de Gadafi.

Para que le ayudase a ejecutar su venganza, Gadafi recurrió
al presidente de Liberia, Charles Taylor, un criminal de
guerra que hoy está sometido a juicio por crímenes contra
la humanidad, incluidos el secuestro de niños para utilizarlos
en combate, las violaciones sistemáticas y el asesinato de
masas. Otro reclutado por Gadafi, Foday Sankoh, del Frente
Unido Revolucionario (FUR) de Sierra Leona, estaría hoy
presente en el mismo tribunal y por los mismos motivos si no
hubiera muerto por causas naturales.

Sankoh, un cabo analfabeto, formó el FUR bajo el patrocinio
de Taylor, y los dos fueron los pioneros del atroz método
que les hizo famosos en los 90: la amputación de brazos
y piernas de hombres, mujeres y niños como parte de una
campaña de tierra quemada planeada para apoderarse de
los yacimientos de diamantes de la región. Gadafi respaldó
su salvajismo y se reunió a menudo con Taylor y sus más
estrechos colaboradores para examinar el progreso de los
conflictos y suministrarles armas. De hecho, siguió enviando
armas a Taylor incluso después de que éste perdiera el poder
por la fuerza, en 2003.

Otro que fue alumno del centro libio fue Laurent Kabila, cuyas
fuerzas despiadadas se hicieron con el poder en la República
Democrática del Congo (RDC) en 1997, tras la implosión
del régimen dictatorial de Mobutu Sese Seko. Ernesto Che
Guevara, el revolucionario argentinocubano, había intentado
colaborar con las tropas de Kabila en los 60, pero se dio por
vencido por la incompetencia del líder y la enorme corrupción
que fomentaba. Las relaciones de Gadafi con el hijo de Kabila,
Joseph, actual presidente de la RDC, no son tan buenas.

Compaoré, actual presidente de Burkina Faso, es otro famoso
graduado del CRM. En 1987, unas tropas leales a él, en aquel
tiempo capitán y ministro de la presidencia, asesinaron al
presidente Thomas Sankara, que era su mejor amigo, y
allanaron el camino para que se adueñara del poder. Cuando
ya era presidente de Burkina Faso, un país pequeño, pobre
y sin salida al mar, Compaoré apoyó con tropas y recursos
la insurgencia de Taylor en Liberia y las acciones del FUR
en Sierra Leona. En 2002, una investigación de Naciones
Unidas llegó a la conclusión de que había contribuido de
forma importante a armar al FUR y a Taylor y con ello había
violado el embargo de armas impuesto por la ONU. El líder de
Burkina Faso ha seguido siendo todos estos años firme aliado
de Gadafi.

En Latinoamérica, Gadafi ha ayudado a los sandinistas y a
Ortega desde 1979, y este no lo ha olvidado. La semana
pasada, declaró que Gadafi era su "hermano", y hace unos
días comunicó su apoyo y prometió que "Nicaragua, mi
gobierno del Frente Nacional Sandinista de Liberación y
nuestro pueblo están contigo en estas batallas".

La relación de Libia con Chávez y las FARC se remonta al
menos a 2000. Numerosos correos electrónicos enviados
entre el comandante de las FARC, Raúl Reyes, Gadafi y
Ortega muestran lo profunda que seguía siendo su relación en
un pasado no muy lejano. Las FARC, fundadas en 1964 y cuyo
ámbito de actuación es fundamentalmente Colombia, son el
movimiento guerrillero más antiguo del hemisferio occidental.
Desde que Chávez llegó al poder, el presidente venezolano
les ha dado todo su respaldo político y ha exigido que se
eliminara el grupo de las listas de terroristas de Estados
Unidos y la UE. Ortega posee una vieja relación con las FARC,
además de con Gadafi y Chávez.

Cuando Reyes murió a manos de las tropas colombianas
en 2008, la policía se incautó de los discos duros de
sus ordenadores, que contienen una montaña de
correspondencia, con mensajes como la carta del alto
mando de las FARC enviada el 4 de septiembre de 2000
al “Camarada coronel Gadafi, Gran Líder de la Mathaba
Mundial”. La misiva daba las gracias a Gadafi por haber
acogido, poco tiempo atrás, a los altos jefes de las FARC en
su país. Después, el grupo guerrillero solicitaba "un préstamo
de 100 millones de dólares, a pagar en cinco años... Una de
nuestras primeras necesidades es la compra de misiles tierra-
aire para repeler y derribar aviones de combate". Los aviones
en cuestión eran los que Estados Unidos suministraba al
Ejército colombiano.

El 22 de febrero de 2003, Reyes escribió una carta a Ortega,
con la advertencia de "Entregar en mano", en la que le pedía
noticias sobre la situación de la petición que habían hecho
las FARC de misiles, y subrayaba la urgencia. "Querido
camarada Daniel", escribía, "los libios dijeron que nos
responderían, pero todavía no hemos recibido ninguna
información... Cuando estábamos en Libia nos explicaron que
la responsabilidad política de las estrategias de Libia en la
región estaba en manos de Daniel Ortega. Por ese motivo nos
dirigimos a ti, con la esperanza de obtener una respuesta". No
está claro si alguna vez les entregaron las armas.

Chávez tiró la casa por la ventana durante la visita de
Gadafi a Venezuela en 2009. “Lo que es Simón Bolívar
para el pueblo venezolano, lo es Gadafi para el pueblo
libio”, dijo mientras concedía al coronel la medalla de la
Orden del Libertador, junto con una réplica de la espada
de Bolívar. A su vez, Gadafi elogió a Chávez por “haber
expulsado a los colonialistas”, como él los había expulsado en
Libia. "Compartimos un mismo destino, un mismo combate
en una misma trinchera contra un enemigo común, y
venceremos", afirmó.

Chávez, Ortega, Mugabe, Compaoré y los demás miembros,
cada vez menos numerosos, del club de déspotas de Gadafi,
deben de estar deseando que el coronel no tuviera razón. El
apoyo de Chávez y Ortega a Gadafi ha tenido un alto coste
político y ha sido motivo de bochorno para muchos antiguos
revolucionarios latinoamericanos que hoy comparten la visión
de un futuro democrático. Da la impresión de que el club de
viejos dictadores perderá pronto a uno de sus miembros, y los
supervivientes -y sus ciudadanos- se quedarán pensando si
también existe un destino común.

Douglas Farah (USA, 1957). De niño vivió en Bolivia con su familia.
Periodista (Universidad de Kansas). Su tesis de postgrado sobre
política latinoamericana fue calificada con honores.
Investigador radicado en Washington DC, es Presidente de
IBI Consultants y Senior Fellow del International Assessment
and Strategy Center (Alexandria, Virginia). Ha sido corresponsal
de “The Washington Post” y este medio se destacaron sus
denuncias sobre las actividades de Libia en áfrica occidental.

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