El llamado a la guerra fue formulado por el presidente en la
antevíspera de Navidad. No es producto del azar que desate la
ofensiva contra todo aquel que produce y que su saña se cebe en el
sur del Zulia, una de las regiones más productivas del país. Las
armas que le confió la nación las usa para atacar al pueblo inerme.
Así entrena al ejército para que se acostumbre a pelear con ventaja.
¡Que no haya un conflicto internacional! Porque si hay resistencia,
la lección la dio hace casi 20 años, rendirse en el museo militar.
Los irregulares armados por él también se amparan en la
misma filosofía, la ventaja. Creó fuerzas de choque ‘supuestos
espontáneos, dirigidos por él que por casualidad coinciden en
tiempo y lugar ante toda protesta en su contra’ que gozan de
impunidad por sus crímenes; y es por eso que el hampa está
desbordada, porque le entregó armas y patente de corso para
imponer su propia ley ‘la del revólver’, como un modo de contener
a sus opositores. Ahora es él quien no puede contener esas bandas
porque ofrecen resistencia y las fuerzas del orden público solo están
capacitadas para enfrentar la resistencia de los inermes.
La República se desintegra porque las fuerzas encargadas de
hacer cumplir la ley, están sirviendo al imperio de la arbitrariedad
que practica el presidente tomando, sin fórmula de juicio y por la
fuerza, la propiedad ajena. Ni más ni menos de cómo lo hacía el
bisabuelo ‘maisanta’, un salteador de caminos elevado en el
discurso oficial a la categoría de prócer.
La República se desintegra porque los miembros de los demás
poderes públicos han adoptado la filosofía de la cobardía, que es la
del que opera con ventaja; y por eso como lo denunciara Romero
García se humillan ante el poderoso. Legisladores que delegan en el
sátrapa la función de legislar que el pueblo les encomendó, jueces
que estampan sus firmas en las sentencias que por televisión les
dicta el jefe del serrallo.
La República se desintegra porque el hombre de trabajo es
perseguido, insultado y atropellado en razón de que su capacidad de
subsistir, sin ayuda del estado, constituye un desafío al poder
omnímodo que pretende ejercer el detentador de la presidencia. No
extraña que el mandón acuse a los productores zulianos de tener en
sus fincas explotaciones de esclavos. La esclavitud es la forma que
adopta la relación de trabajo bajo el comunismo, pero la forma
como el comunismo construye el descrédito del adversario, es
imputándole la comisión de los desafueros que realiza.
La República se desintegra porque la pretensión totalitaria y
antidemocrática está acabando con el aparato productivo para así
acabar con la independencia y la libertad de sus ciudadanos; y se
desintegra además por la incapacidad del presidente y sus secuaces
para manejar las empresas expropiadas y para manejar PDVSA,
devenida en la caja chica que complace los caprichos del mandón.
La República reclama ponerle fin al proceso de
autodestrucción inhabilitando a los perpetradores sin pérdida de
tiempo.
Caracas, 21 de Diciembre de 2010
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